domingo, 24 de noviembre de 2013

Falsos Arboles De Plástico

Falsos Arboles De Plástico.

Voy en el auto con mi esposa y mis dos hijas, ellas van jugando en la parte trasera del auto, se ríen y se molestan entre ellas, como suelen hacerlo las niñas pequeñas; mi esposa va de copiloto pero se ha quedado dormida, le digo a las niñas que bajen un poco la voz porque su mama está durmiendo, decido prender la radio, inmediatamente aparece esta melodía:


“Her green plastic watering can
 for her chinese rubber plant
 in the fake plastic earth…”


La nostalgia llego a mí y me pregunto, ¿Cuántos años tenía cuando escuche por primera vez esta canción?, creo que 15 años,  solo recuerdo que la escuchaba en la radio constantemente y la voz inquietantemente frágil cantaba frases acerca de lo artificial y banal de la vida en ocasiones, incluido el amor pueril e inocente de la juventud, era un adolescente en aquel entonces y esas palabras se volvieron fundamentales en mi transcurrir por la escuela preparatoria, ¿Quién a esa edad, en su sano juicio, quisiera sentirse solo y abandonado?, nadie; la canción resonaba en mis oídos constantemente, no solo porque cargaba un walkman con un cassette donde venían esa y otras tantas canciones, que le cantaban al desamor, a  la desesperación, a lo fútil e inocuo de ser un muchacho con patineta en mano y aspiraciones a escritor; en realidad zumbaba en mi cabeza una y otra vez la voz de aquel cantante, porque en ese entonces recién había conocido a la persona que me cambiaría mi vida para siempre; Cecilia.


“She looks like the real thing,
She tastes like the real thing,
My fake plastic love…”


Cecilia, a decir verdad, fue mi primer amor, de hecho fue mi primer contacto femenino alejado de la vida escolar; solía platicar con las chicas de mis grupos en la secundaria y también cuando recién ingrese a la preparatoria, pero hablarle a alguna chica de algún otro grupo o que simplemente me llamaba la atención en la calle, era francamente imposible, existía un freno interno, probablemente era demasiado cobarde o quizás tenía muy poca confianza en mí en aquel entonces; hablar y conocer a Cecilia fue un total accidente o jugarreta azarosa del destino, no lo sé, pero ocurrió en uno de esos múltiples andares sobre el pavimento con mi patineta, iba a toda velocidad, esquivando baches, saltando alguna banqueta o piedra que me encontraba en el camino, cuando por falta de equilibrio caí de la patineta, obviamente me di un golpe bastante fuerte que me dejo tumbado en el suelo un par de minutos, pero ahí tirado en el frio concreto, ella se acercó para preguntarme si estaba bien, mientras yacía en el suelo la vista era inigualable; el sonido de su voz suave, conjuntado con los rayos del sol agonizante del atardecer, bañaban de un halo invisible de calidez su sonrisa, la cual tenuemente dibujada en aquel rostro blanco aparentemente amable y apacible, se veían mejor a esa distancia, era un cuadro perfecto, casi hecho a mano, me levante y le dije que estaba bien, la observe bien, su cabello largo y oscuro, su pequeña estatura, su cuerpo delgado, sus labios delgados, sus ojos negros como la noche misma; ella se cercioro de  que estaba bien y me pregunto si me dolía alguna parte del cuerpo, yo estúpidamente mencione que solo me dolía mi trasero, ella rio y me dijo que entonces estaba bien, yo también reí un poco; comenzamos a caminar y continuamos charlando; este cuadro me parecía surreal.


“But  I can´t help the feeling,
I could blow through the ceiling,
If I just turn and run…”


Cecilia, recién se había mudado y asistía a una escuela cerca de mi casa por la tarde, en realidad ella no vivía tan lejos de mi barrio, la acompañe a su casa y regrese a casa patinando; a partir de entonces, por las tardes me la encontraba cuando ella iba de regreso a casa y yo patinaba en las calles aledañas a mi casa, me saludaba y la acompañaba a su casa, en el camino hablábamos de la escuela, de los programas en la televisión, de las películas que habíamos visto, de la música que escuchábamos o de algún libro que llegábamos a leer; en una ocasión ella traía un walkman y estaba escuchando a Radiohead y ahí fue donde esa canción se quedó pegada en mi memoria, era su canción favorita de ellos, desde entonces también se convirtió en mi canción favorita; fácilmente pasaron unos cuatro o cinco meses bajo la misma rutina, de lunes a viernes ella caminaba cerca de mi casa, me la encontraba y la acompañaba hasta la suya, charlábamos, bromeábamos y reíamos, jamás hablábamos de nuestros padres, jamás comentábamos algo sobre algún chico o chica que nos gustase, porque era implícito que ambos nos gustábamos, nos atraíamos, el problema era, claro está, que ninguno de los dos decía nada, ella en su carácter tranquilo y sereno, jamás me diría algo, con el paso del tiempo siempre me daba señales, que a veces atendía y otras tantas veces las ignoraba o no las comprendía del todo, cuando las recuerdo, me doy cuenta que ahí estaban y que eran claras muestras de un coqueteo femenino sumamente intenso, yo, un completo imbécil, inseguro e indeciso, no sabía a veces que hacer con aquellas señales que enviaba mediante canciones en el walkman, palabras durante las charlas, miradas  o incluso algún contacto físico menor como una caricia suave o el simple contacto de su mano en mi brazo, lo pienso y sin duda tenía miedo, aunque la duda es ¿A que le tenía miedo?.


“Si pudiera ser quien tú quieres todo el tiempo, todo el tiempo…”



La canción está por terminar, estoy a dos cuadras de mi casa, mis hijas también se han quedado dormidas de repente, sigo manejando tranquilamente hasta llegar a la calle indicada, me estaciono pero decido observar a mis mujeres dormir mientras transcurre el final de la canción, la canción se diluye y al mismo tiempo se diluye el recuerdo de Cecilia; realmente jamás paso algo con ella, ni un beso apasionado, ni un abrazo, ni una palabra romántica, el idilio imaginario que vivimos por algunos meses es un hecho raro que parece oculto en mi memoria; Cecilia se mudó a otra casa a los seis meses de haberla conocido, ese sexto mes las cosas se trastornaron bastante, su padre temía por la seguridad de ella y su madre, nunca supe bien porque, así que ya no la dejaba regresarse sola, por ende, verla se volvió cada vez más esporádico, de hecho, solo la veía con su padre o en la compañía de su madre, ya nunca más la vi sola, me volteaba a ver a los ojos, como saludándome  nostálgicamente con su mirada triste, diciéndome adiós; yo, la contemplaba desde la lejanía, taciturno y pensativo, arrepentido de no tener el valor de decirle que me gustaba o de ni siquiera hablar las cosas y demostrarlo todo con un acto más significativo como un beso, era un cobarde, mi miedo, seguramente era el rechazo, ese miedo que en la adolescencia nos vuelve débiles a muchos hombres, ese miedo de no ser suficientemente “algo” para una persona; un día ella paso sola a buscarme a las calles donde siempre deambulaba con mi patineta, ya tenía más de un mes que no la veía sola, así que verla caminar hacia mí, me dejo perplejo e inmóvil, casi como si yo fuese la presa y ella el cazador,  me entrego un cassette y una pequeña nota, me dio un beso cerca de mis labios y se fue caminando tranquilamente a su casa, yo, aun sorprendido me quede como estatua, abrí la nota que decía “Escucha esta cinta y piensa por qué nunca me dijiste nada”, impactado, corrí de inmediato a poner la cinta en el walkmen que había dejado en mi cuarto, la cinta empezaba con la canción que acompaña mi recuerdo mientras velo el sueño de mi esposa e hijas, en su momento, la canción me provoco una sensación de malestar, de arrepentimiento, en su momento fui corriendo a buscarla a su casa, toque su puerta, como nunca lo había hecho y nadie me abrió, al siguiente día hice lo mismo y nadie me abrió tampoco, al tercer día me entere por un vecino suyo que aquella tarde que me dio la cinta y la nota, ella y sus padres se fueron del barrio, la tristeza fue absoluta pero me dejo una cosa muy en claro, no podía seguir siendo un hombre indeciso y temeroso, Cecilia la chica linda que se preocupó por mi cuando estaba tirado en el piso, me había dejado esa tremenda lección, había dejado ir , quizás, una buena oportunidad de salir con una chica guapa, de compartir cosas con alguien como yo y por qué no decirlo, de salir  de esa penumbra llamada adolescencia un poco más avante, no lo hice , me tarde en reaccionar, me quedo muy claro que debía atreverme a lo desconocido, gracias a esa nota y la cinta, pude enfrentar mis demonios personales, entre a la universidad,  comencé a escribir, conocí a mi esposa y me case con ella, no voy a mentir diciendo que soy el hombre más feliz del mundo, pero si estoy tranquilo y sin ningún arrepentimiento, o bueno exceptuando solo uno, no haber besado a Cecilia hace casi 20 años, porque seguramente ahora ella ocuparía el lugar de mi esposa durmiendo en el auto mientras yo la contemplo amorosamente, hubiéramos tenido dos hijas que se parecerían mucho a ella y por qué no, incluso viviríamos en un lugar distinto, al menos eso quiero pensar yo; pero las ilusiones de realidad no son más que eso, ilusiones e imaginaciones; tampoco los hubieran existen y nunca existirán, jamás lo harán. 


Ian Pavel

miércoles, 30 de octubre de 2013

Parte Baja De La Séptima Entrada


Parte Baja De La Séptima Entrada.


Ir a un partido de baseball en esta ciudad es un verdadero fastidio, el estadio queda absurdamente lejos de cualquier estación de tren subterráneo y prácticamente es inaccesible en auto; se deben de caminar cerca de 15 minutos  para llegar a él, en pocas palabras, es una odisea terrorífica, básicamente, los que asistimos a juegos de este deporte somos fanáticos irredentos, a pesar de todo,  se llena el estadio cada noche que hay partido, se puede observar alegremente el ir y venir de familias, hombres de oficina y demás personas conforme avanza el juego; yo soy uno de esos hombres de oficina, que, taciturnamente asisten cada vez que pueden a un partido, soy fanático del equipo local desde pequeño y mi habito de ir a los juegos nunca se ha ido, se ha visto reducido pero nunca se ha extinguido, me gusta languidecer por horas en mi asiento, mientras observo pacientemente el desarrollo del partido con sus strikes, outs, home runs, etc., estar sentado  y observar el partido son parte de mi trabajo, lo veo y apunto detalle a detalle, se llevar esa cosa que los sabiondos del deporte llaman box-score, mi padre me enseño, pero había alguien que sabía llevar mejor un box score que yo y sobre todo que es mucho más fan de este juego que yo, esa persona era mi esposa, Rebeca.

A mi esposa la conocí cuando éramos niños, vivíamos en el mismo barrio y ocasionalmente jugaba con su hermano mayor, desde entonces ella era la niña más popular de la colonia y aunque fuese aun una niña, ya levantaba algún sonrojo o suspiro en algunos niños mayores a ella, emanaba algo con su cabello largo, rubio, su rostro delicado y sus ojos color miel, que a pesar de tener solo 10 años, los que tenían 12 o incluso 13 años, la miraban estupefactos cada vez que caminaba junto a sus padres o su hermano, a mí que era un poco más cercano a ella gracias a la amistad que poco a poco fui llevando con su hermano, sus encantos me parecían aun más fascinantes e hipnotizantes; aun así nunca me acerque a ella y al contrario, Rebeca, fue la que se acercó a mi cuando cumplió 14 años y yo era un adolescente en la preparatoria, aun frecuentaba a su hermano pero para jugar baseball por las tardes u ocasionalmente ir a algún partido, pero ella, como muchas mujeres; mas despierta, más sensual, sabiéndose confiada de sí misma y sobre todo, bella, podía estar con cualquier otro chico del barrio, pero no, se acercó a mí, por familiaridad, por atracción física quizás o por simple curiosidad adolescente; yo, introvertido y siendo aún un flacucho de un metro con setenta centímetros, no podía creerlo, principalmente por ser la hermana de mi amigo y segundo por la naturalidad con que me saco de mi caparazón sin darme cuenta; ella, alegre y sonriente, dejo ver sus intenciones casi desde un principio, yo, apenado y tímido, reaccione lo mejor que pude y prácticamente cedi ante ella, era inevitable; el problema es que ella, despampanantemente ante mi mirada, era menor que yo y paradójicamente, ella fue la que me conquisto a mí, no a la inversa.

Comenzamos a salir y con el permiso de sus padres y su hermano, todo se dio de manera natural, ambos, aficionados al baseball, ambos apasionados de la misma música y casi al mismo tipo de películas, parecíamos cortados con la misma tijera; los primeros meses fue algo raro, rápido e intempestivo, los siguientes, calmados y estables y de esta forma transcurrieron cerca de 4 años, ella de 18 y yo de 20, el único paso natural era el casarme con ella según sus padres y los míos, yo, aun un universitario, tenía miedo de quizás no poderla hacer feliz, nuestra relación era fantástica, pero mis miedos y complejos personales, nunca desaparecieron, ni aun estando casados, a veces no podía creer que ella y yo de verdad fuésemos una pareja tan estable, había días que pensaba que era un sueño y que la vida era demasiado sonriente para mí, había momentos, que sus muestras de amor eran tan oportunamente  demostradas que me sentía como el típico “loser” de una película gringa, al cual, por un golpe de suerte, todo le había resultado bien; pero a veces también los celos era inmensos y dolorosamente amplios, ¿Cómo una mujer que al paso de los años se hacía cada vez más bella y ominosamente  brillante ante mis ojos podía estar conmigo?, un ya no tan flacucho, pero introvertido sujeto que apenas y podía hablar con su vecino; el miedo era inmenso, la adolescencia me pesaba demasiado, mi corazón se ahogaba en sensaciones inexistentes; de alguna manera pude sobrevivir a aquello y al momento de cumplir un año más juntos, supe que era ahora o nunca, era joven e inexperto pero sabía que debía de hacerlo, casarme con ella.

La idea llego mientras observaba un juego entre los Giants de San Francisco Vs los Dodgers De Los Ángeles, un hombre, durante la parte baja de la séptima entrada, con ayuda del tipo del sonido local, pasaron una canción de Johnny Cash, “Walk The Line”, a punto de terminar la canción, por micrófono y a los oídos de todos en el estadio repleto, le pidió a su novia por más de 5 años que se casara con él, obviamente la mujer acepto y lo demás, bueno es historia no revelada; en ese momento transmitido por televisión y como iluminación divina, supe que debía de decirle a Rebeca que fuese mi esposa, no lo iba a hacer igual, obviamente, pero sabía que si ese hombre lo hizo después de 5 años, yo también debía de hacerlo, así que lo hice; un poco más ortodoxo, en un restaurante y robándome la idea de la  canción de Cash que puso el tipo, le dije al gerente del restaurante que me ayudara y le dijera al conjunto del lugar que tocara esa canción y como música de fondo use  la voz de Johnny para pedirle que fuese mi esposa a Rebeca, ella accedió inmediatamente y me arrebato un beso y abrazo enormes que casi me tiran; nuestras familias más que contentas organizaron algo a nombre de nosotros e invitaron a nuestros amigos, algunos vecinos y obviamente una multitud de familiares, la ceremonia pequeña pero bellamente elaborada por mi madre y la suya, fueron su regalo, después de ello se vaticinaban entre los invitados bellos sucesos pero en realidad ese fue quizás lo único y lo último bello de un año fatídico.

Yo comencé a trabajar de inmediato en una tienda de deportes y estudiaba en la tarde, me faltaba solo un año para acabar la carrera de periodismo, me esforcé mucho en tratar de llevar acorde una triple vida, la de marido cariñoso, la de hombre proveedor y la de estudiante; ella, estudiaba para ser educadora por las tardes, trabajaba en las mañanas en un restaurante como mesera, ambos con sueldos apenas dignos de la supervivencia; aun así, nuestra vida la llevamos lo mayor equilibrada posible, no teníamos muchas discusiones y nos manteníamos juntos y estables la mayor parte del tiempo, al cabo de unos meses, lo obvio paso, Rebeca quedo embarazada, era cuestión de tiempo decían mis amigos de la facultad, mis padres sabían que pasaría tarde o temprano; todos estaban alegres , quizás fue un poco más rápido de lo que esperaban, pero recibimos el apoyo de todos a nuestro alrededor; yo estaba impactado pero muy contento por la noticia, a pesar de lo precario de nuestras condiciones por momentos, tener un hijo es algo que cualquier hombre debe de cumplir algún día, al menos eso pensaba yo; los meses transcurrieron rápidamente pero las cosas no resultaban como pensábamos y mucho menos como queríamos; Rebeca tuvo una amenaza de aborto a los tres meses, desde el inicio del embarazo comenzó a mostrar síntomas muy fuertes de mareos y presión alta, recurrentemente sufría dolores de cabeza o fiebre, no podía caminar ni moverse abruptamente sin sentir dolor en el cuerpo, desde los seis meses se mantuvo en cama totalmente, tuvo que dejar su trabajo y su  estado anímico empeoraba; se sentía triste, nerviosa, frágil; a veces sentía que él bebe le estaba quitando la vida, a veces sentía que nunca conocería a su bebe y lloraba conmigo o con su madre, su angustia me lleno de ansiedad y de un terror indescriptible que inundaba mi cuerpo día a día, mis pensamientos se volvían más oscuros, mi ánimo al final del embarazo llego a lo más catastrófico posible, ¿Premoniciones?, nunca he creído en eso, aunque debí hacerlo.

Hoy es noche de juego de serie mundial, San Francisco Vs Texas, juego 6, definitivo quizás; maldito baseball que me trae tantos buenos y malos recuerdos de Rebeca, ella era aficionada del equipo de la ciudad y además de los Serafines de Los Angeles, le prometí muchas veces que iríamos a un juego de ellos en su estadio y su ciudad, nunca pudimos hacerlo, ese bebe, nuestro bebe, me la arrebato, el día del parto, todo el proceso en caída que veníamos sufriendo llego a su fin; rompió fuente y de inmediato fuimos al hospital; ella inmóvil por toda la condición del embarazo tenía miedo, muchísimo miedo, recuerdo que le dije incontables veces, con una sonrisa fingida, que todo saldría bien, aunque por dentro estaba aún más aterrorizado que ella; le repetía que yo estaba ahí con ella y que no se preocupara, que respirara y que le hiciera caso a los médicos y enfermeras, le sonreía, sujetaba su mano, la besaba en la frente, le decía que pronto podría tener en sus manos a nuestro hijo y que todos saldríamos como si nada hubiese pasado, le dije tantas cosas que ya no recuerdo algunas, más bien ya no quiero mencionarlas, porque me siento como un mentiroso, en el fondo cada que le decía algo, mi corazón se volvía más y más pequeño, la sangre dejaba de llegar a mi cuerpo y me sentía mareado y tambaleante, sin fuerzas, quería parar de decirle “mentiras blancas” y decirle que también sentía miedo, pero las inexorables miradas de mis padres y los suyos me hacían contenerme, aguantar y decirle toda esa sarta de tonterías; llego el momento en el que Rebeca entro a labor de parto y no pude entrar y acompañarla, el proceso parecía ser muy delicado y no podía estar ahí, así que no estuve en el momento en que nació Camila, nuestra hija, vivió solo unas horas, pereció 12 horas después y solo supe que en su camino a este mundo se llevo la vida de Rebeca; “Complicaciones durante el proceso…”, “Su hija está en una incubadora…”  desde que dijeron eso mi cabeza se desconectó y mi mundo se volvió más negro de lo que ya era, Rebeca, la mujer que amaba, la chica guapa del barrio, mi esposa beisbolera; se fue lejos de este mundo, su legado, mi hija agonizante, que durante sus horas de vida en una incubadora dejo más dolor y pena en este mundo, en mi mundo, ninguna de mis mujeres se pudo quedar conmigo, se fueron y se llevaron lo que quedaba de luz en mi vida.

Han pasado 5 años desde aquello, ahora continuo mi vida, solitario, trabajando en una oficina de pocos metros cuadrados para una revista de deportes, escribiendo reportajes sobre baseball y algunos otros deportes, pero principalmente cubro la liga de baseball nacional y ocasionalmente me ha tocado escribir reseñas de juegos de serie mundial; por lo regular trato de no pensar mucho, trato de mantenerme distraído y con un perfil aun más bajo del que tenía antes, tengo 27 años pero me siento como del doble de esa edad, estoy cansado y a veces siento que continuo viviendo porque Rebeca desearía que lo siguiese haciendo, pero en realidad eso me digo a mi mismo porque le tengo miedo a la muerte, sobre todo a la muerte por propia mano; me repito cada día que Rebeca y Camila me ven desde algún lugar, que debo seguir adelante, pero a medida que pasan las horas, me doy cuenta que me es imposible, soy un humano débil siempre lo fui; respiro, como y duermo por mera acción mecánica, mi espalda se siente pesada, mi corazón late a un ritmo consistente pero lento, se avejenta cada día al doble o triple de lo que debería hacerlo, mi existencia continua como una sombra más en ese estadio inaccesible que visito, como un ente perdido entre la multitud, un fantasma, un espíritu que se escabulle entre la gente y que espera el exorcismo, porque es lo mejor que puede hacer, esperar, esperar pacientemente el fin.



Ian Pavel

lunes, 16 de septiembre de 2013

1990


1990


19 de septiembre de 1990

"¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos Claudia?, Cinco años, cuatro años y medio?, parece como si fuera ayer cuando recuerdo nuestros años en la universidad, agradables años llenos de vitalidad y gracia, jóvenes e inexpertos, inocentes, viviendo en una década llena de aceleración exponencial en cada uno de los rincones de esta ciudad despiadada, juntos fuimos, quizás, la mejor pareja o la mas enviada en las paredes de aquella escuela a la fuimos , para nuestra desgracia, nuestros caminos se alejaron el uno del otro, tú, te fuiste a Europa a viajar y conocer  para nunca regresar;  yo , me perdí en las letras, las reseñas, las criticas, las palabras para juzgar otras palabras y de vez en cuando juntar muchas frases y palabras para que pudiesen ser diseccionadas; falta de simetría , tu anhelabas lo que yo no te podía dar, lo que aunque trabajara toda mi vida jamás podría darte; no te culpo tu vida había sido más fácil que la mí y por ende querías otras cosas, no a un hombre que te llenara de palabras en vez de joyas, así sucedió y te fuiste muchos años, demasiados, tantos, que tu cabello y el mío comenzaban a pintarse de blanco y nuestros matrimonios se desquebrajaban, los suficientes para haber madurado y vernos en la calle con gusto, saludarnos y ¿Por qué no?, salir a tomarnos un café, charlar y ponernos al día, contarse cosas de personas envejeciendo velozmente por el ritmo y el fracaso de nuestras vidas, desde esa primera vez ¿Cuántas veces nos hemos visto?, incontables,  y aun siento algo, eso quisquilloso y travieso por ti, eso siempre ha vivido en ambos, la asimetría nos llevo a otros lados para reencontrarnos en otro punto de nuestra vidas,  frustrados pero sabios,  con la disposición de atrevernos a lo prohibido, que muy poco nos ha importado y aunque la vejez nos ha alcanzado, aun continuamos con eso que sentimos hasta el fin de nuestros días. 
Te escribí esto para decirte esas pequeñas cosas que nos hemos repetido innumerables ocasiones, de manera reiterativa, solo te digo que siempre te llevare conmigo hasta el día que muera y que ahora, que tú te vas antes que yo, espero reencontrarme contigo en eso que llaman cielo o eso que llaman la siguiente vida, al fin y al cabo si ya lo hicimos una vez podemos hacerlo una vez más…”

Impactado, esa palabra se queda corta al encontrarme una vieja carta de mi abuelo dentro de su frío y olvidado closet; es curioso que me la haya encontrado cuando me voy a casar dentro de un par de días exactamente el día que se fue mi abuelo, hace 15 años, más curioso es que haya aparecido de entre la nada al momento de buscar esos gemelos de seda que tanto adoraba mi abuelo y que desde su muerte nadie los había visto y mucho menos encontrado;   ese olvidado y escalofriante closet, estaba lleno de recuerdos para todos, nadie en realidad se había atrevido a hurgar propiamente en él desde su muerte, todos sabíamos donde tenía su caja fuerte y como iba a quedar su testamento material, todos sabíamos dónde encontrar sus discos y sus libros más importantes, todo lo tenía almacenado de forma tal que todos sabíamos dónde estaba tal o cual cosa, por si él nos lo pedía en algún momento; en particular yo era el que más convivía con él, no puedo mentirles al decir que si bien le profesaba un cariño enorme, mi respeto como escritor y reseñista es mayor, su trabajo motivo a mi padre y por ende a mí a continuar en las letras, aquellas que en esa carta mencionaba le habían costado la mano de aquella mujer llamada Claudia y de la cual estaba profundamente enamorado en secreto, él como persona fue amable, sencillo, tímido  y cariñoso, no fue el mejor marido, pero si se esforzaba por traer dinero a la casa y educar y formar bien tanto a mi padre y mis tíos; su vida aun casado con mi abuela, recuerdo vagamente, parecía llena de tristeza, y desde el momento en que se fue mi abuela y haciendo coincidencia con la muerte o partida de aquella mujer llamada Claudia, la vida de mi abuelo se vino debajo de forma estrepitosa, quizás ahora sé porque, aun así, a ciencia cierta me quedo con muchas dudas, mi abuela ya no estaba y por supuesto mis padres no iban tener idea de quién era esta Claudia, la duda me mataba.

Aquella carta aun me tenía anonadado, quizás por la imagen sería e incorruptible que tenía mi abuelo, no sé desde cuando pudo haber comenzado una relación o de hecho no sé si en realidad era una "relación" la que mantenía con Claudia; así que busque como desesperado más pistas en su closet y no encontré nada, solo humo, parecía que el secreto se lo llevo a la tumba, no podía pensar más en ello, mi boda se acercaba y aunque estos pensamientos me molestarían en los próximos días ya no podía hacer nada, por lo menos no ahora, pero como arte de magia busque, quizás,  la ultima pista en su álbum de fotografías, ahí tenía una foto de generación de su universidad, la gente antes tenía la costumbre de poner los nombres de las personas  que salían en las fotos al reverso para saber quiénes eran con el paso del tiempo, no sé si buena o mala costumbre, pero así fue como encontré a Claudia.

Claudia Asturias Revillagigedo De Cousteau, ese era su nombre completo de casada, esta mujer de origen español había sido compañera y novia de abuelo hasta que salieron de la facultad, se fue a Europa y en París conoció a un magnate de la vida marítima y económica de Francia, lleno de riqueza y clase dejo a mi abuelo escribiéndole una carta mencionándole la opción de vida que había encontrado y como le deseaba lo mejor a mi abuelo, se volvieron a encontrar en algún momento a mediados de los años 70’s, sin resentimiento llevaron una amistad llevadera y con mucho cariño y respeto entre ambos,  se veían frecuentemente ya que ambos atravesaban problemas con sus parejas, ella había encontrado que su adinerado marido tenía otra concubina y estaban por divorciarse, el, la ayudo a conseguir un buen abogado y la acompaño en buena parte del juicio de divorcio, se mantuvieron cercanos hasta que Claudia fue diagnosticada con una enfermedad en el corazón que le impedía salir de su casa, mi abuelo por ende dejo de verla y no podía visitarla muy a menudo por que el ya tenía su propia vida de hombre retirado con mi abuela, Claudia se fue muriendo poco a poco y solo recibió una última visita de él, al entregarle aquella carta que encontré por accidente, ella murió un 25 de septiembre de 1990, como regalo final a mi abuelo, le reenvío la carta junto con la foto de generación que yo había encontrado en su álbum y el por alguna razón había perdido; eso me contó la hija de Claudia, Renee Cousteau, quien tenía un parecido formidable con su madre y al contarme esto soltó algunas lagrimas, ella conoció a mi abuelo y me cuenta que siempre reza por que mi abuelo y su madre estén juntos en el cielo.

Ha llegado el día de mi boda, encontré esos gemelos azules que porto mi abuelo el día de boda y encontré ese fragmento perdido de la historia de mi abuelo, no sé realmente si nunca paso nada más entre ellos, es difícil creer en estos días que la gente se ame en secreto y no pase nada, pero antes la gente creía en otras cosas y la vida era quizás más simple, no existía la confusión creada por la maquinaria creada por el hombre, el tiempo y los sentimientos pasaban a través de las personas de forma lenta pero indolora, no puedo juzgar y decir que cual época fue mejor, pero para un hombre actual, lo que paso con mi abuelo es algo inexplicable y quizás un enigma, por eso quiero creer que mi abuelo se fue justo en el momento que debía hacerlo, antes de ver como el mundo en el que vivió se caía a pedazos ante la ola de flashes y el vértigo de la vida moderna; suena la alarma de mi reloj, ha llegado la hora, estoy un poco nervioso pero quizás deba aprender un poco de mi abuelo, si el pudo hacerlo, yo por que no.



Ian Pavel


viernes, 30 de agosto de 2013

Cielo Rojo

Cielo Rojo

El mar me arrastra despiadadamente con la fuerza de sus olas inclementes y llenas de furia, apenas son las 6:24 de la tarde y la marea ya puede arrancarle un susto a cualquiera, hay algo en su oleaje que te hipnotiza y al mismo tiempo te aleja de su regazo,  lo observo y dejo que me golpee, me siento lleno de temor ; nunca aprendí a nadar pero siento algo inmenso y sobrecogedor al sentir las olas  y el agua tibia sobre mi cuerpo frágil y tembloroso; el miedo crece a cada paso que doy dentro de el; nunca había sentido un temor tan grande en mi vida, sigo avanzando y el agua ahora me llega a la altura de mi cuello, se que si doy un paso más puede que la marea me tome por completo; me detengo y observo el mar, observo el sol desfalleciendo por el occidente, observo  como las aves se han alejado de la bahía, observo los rayos de luz anaranjados que se mezclan con el cielo grisáceo de esta ciudad, volteo y veo que la playa esta prácticamente vacía así que respiro hondo, cierro los ojos y comienzo a recordar algunos pasajes de mi vida, pero sobre todo uno en particular, el pasaje de Saoirse.

El rumor del oleaje se asemeja a eso que sentía cuando estaba en los brazos de Saoirse, la tempestuosa calma de estar con ella, la sensación de bienestar paradojicamente llena de tensión, algo inexplicable en pocas palabras, ella fue mi novia por muchos años, nos conocimos en la facultad mientras los dos estudiábamos Biología, en sexto semestre o algo así , no recuerdo bien, solo recuerdo que entre a su grupo y de inmediato me quede fascinado; ella era la chica popular que todo mundo quería tener una cita con ella, su belleza y popularidad radicaban en ese aire desenfadado que ella siempre tenia presente en sus comentarios y actitud al momento de estar hablando con ella, sonriente y mirándote  los ojos a cada momento, era difícil verla enojada y sobre todo casi imposible verla triste; de hecho, solo recuerdo haberla visto triste en el funeral de su padre; en algún momento, cuando estábamos por acabar la carrera, de forma azarosa y espontanea terminamos trabajando en el mismo equipo; si bien ya la conocía por su carácter afable y carismático en los anteriores semestre, y ya había intercambiado algunas palabras con ella debido a estar en el mismo grupo, fue hasta ese ultimo semestre, que por casualidad se dio el hecho que conviviéramos mas y que por ende se desarrollara ese sentimiento llamado amor en ambos.

Saoirse y yo comenzamos a salir, primero por cosas de la escuela y después por cosas personales, nos hicimos confidentes, ella era muy solitaria, mantenía un aire de secreto y enigma en ella, hablaba con todos, pero a pocos los dejaba entrar a su corazón, fui uno de esos afortunados, en algún punto la atracción fue mas que evidente y la pasión contenida se desbordo, la bese camino a su casa, ella me miro a los ojos y me dijo "Dicen que todo acaba después del primer beso..." a lo que respondí "Eso aplica con los demás menos conmigo...",  y así comenzó todo; acabamos la carrera, hicimos los protocolos necesarios, salir una infinidad de veces, conocer a nuestros amigos, conocer a nuestras familias conseguir trabajos, seguir saliendo, seguir conociéndonos, seguir enamorándonos hasta el punto de quiebre, lo que yo no sabia es como llegaría ese punto de quiebre.

 El aroma salitre del mar me recuerda a ese punto de quiebre y no vuelta atrás, el sonido de las olas cada vez más fuerte y que se agazapa en mis oídos como canto de batalla, esta desquebrajando mi interior, me mantengo con los ojos cerrados, concentrado en ese pasado que me trajo a esta playa y su cielo anaranjado que comienza a pintar de rojo, alcanzo a escuchar una melodía, la de su voz se mezcla con este presente en el que estoy atrapado; su voz, el cielo rojo y el mar me dejan ensimismado, siento el cuerpo pesado y no me puedo mover, las olas anuncian una tormenta cerca y no me puedo mover, comienzo a preguntarme  ¿Ella habrá sentido lo mismo?; detengo mis pensamientos y siento como mi corazón comienza a acelerar su paso, pero regresan los pensamientos y regresan los recuerdos, los recuerdos de algo que cantaba...


"Yo se que el océano habla, lo escuche llamándome y sonriéndome en mis sueños
mientras me susurraba esto: 
Las estrellas Se esconden en su velo,
Las nubes brillan sobre tu barco,
¿Puedes ver la tormenta acercándose?"


El punto de quiebre, nunca es como uno lo imagina, para algunos es el desgaste de su traslucido e impasible amor, para otros es el engaño de las sensaciones por el el complejo devenir de los años, para otros como en mi caso, el punto de quiebre llega en el momento de elegir entre la vida y la muerte; ella y yo eramos una pareja cotidiana que no tenia ningún problema grave, en lo esencial nos llevábamos bien, teníamos metas comunes, con intereses comunes , que se entendían en la intimidad y donde  el mayor problema quizás era su aventurera y despreocupada forma de ver algunas cosas de la vida, siempre llena de energía Saoirse, un día me pido que saliéramos de vacaciones a la playa, yo encantado de pasar un tiempo  con ella a solas del bullicio citadino accedí, después de un largo viaje llegamos al lugar prometido, ya habíamos salido a la playa anteriormente, ella sabia que era muy hábil nadando, sabia que mi interés por la playa y el mar era casi nulo, algo contrastante con su grandiosa habilidad al nadar y su exacerbado interés en las criaturas del mar, alguna vez habíamos discutido sobre eso, yo amaba la ciudad y ella amaba la playa, ¿A donde ira vivir?,  al final del día siempre le cumplía sus caprichos, aunque este quisiera nunca haberlo cumplido, no habíamos ido solo con la idea de descansar teníamos la idea de  irnos a vivir a aquella bahía, podríamos conseguir trabajo y continuar nuestras vidas ahí, así que decidimos viajar en barco para que ella pudiera bucear y saber a ciencia cierta si le convencía o no aquella playa; al tercer día de nuestro viaje rentamos un bote y nos enfrascamos en un viaje dentro del mar aquella tarde, ella buceo y estaba feliz, encantada diría yo, yo estaba feliz por  el mero hecho de verla contenta, maravillada, regreso al barco y comenzamos a hablar por horas de los corales, los peces y otras cosas bellas que ella había visto, ambos contentos decidimos regresar al siguiente día; cosa que no sucedió.

De regreso en el bote nos dimos cuenta que nos alejamos bastantes millas de la bahía, que el viaje iba a ser largo y que una gran tormenta se acercaba, sin temor alguno seguimos navegando de regreso sin darnos cuenta que la tormenta ya estaba prácticamente a nuestras espaldas, ella comenzó a tener miedo, yo estaba preocupado y esa sensación me recorría toda mi espalda como gota de sudor frío; justo en ese momento las olas comenzaron a golpear estrepitosamente nuestro bote, comenzó a llover y me di cuenta que las habilidades de ambos como navegantes eran nulas para momentos tan caóticos como ese; asustados, ambos intentamos navegar y sostener el bote lo mejor posible, pero parecía desquebrajarse a cada movimiento que hacíamos, el mar lleno de violencia y furia como si el mismísimo Poseidón estuviera enojado con ambos nos azotaba sin piedad, el temor de ambos crecía, le pedí que trajera dos chalecos salvavidas, pero el bote solo tenia uno, el otro lo habíamos olvidado al salir corriendo del puerto, ella me pidió que yo lo usase, ya que ella si sabia nadar bien y yo no, me negué pero casi a la fuerza me lo puso, Saoirse despreocupada me dio un beso y comenzó a cantar esa canción que llevo en mi cabeza constantemente desde aquel día, en ese instante una ola inmensa golpeo el bote que casi lo volteaba,alcance a ver como ella caía al mar, comencé a gritar e intente meterme al mar pero la perdí de vista, el mar se la había tragado, gritaba y gritaba su nombre la buscaba con la mirada constantemente y no la hallaba, no escuchaba su voz cantándome , no veía su figura entre la tormenta, no había nada de ella , el desconcierto me tomo por completo, no sabia nadar y no podía buscarla dentro de la inmensidad del mar, el miedo se apoderaba de mí, solo me quedaba una opción y era salir vivo de esto, Saoirse  se había ido y aunque quería que el mar me llevase con ella, al mismo tiempo quería vivir, así que decidí vivir y dejarla en el mar, ese mar que la había enamorado unas horas antes y que ahora como tributo  por mostrarle las bellezas de su interior , la había tomado para si mismo, para nunca mas regresarla y dejarme solo en medio de la tormenta.

Regrese con vida al puerto el día siguiente, lleno de tristeza, odio y frustración, pensando que si no hubiese sido por ella jamas habría regresado con vida; han pasado casi 20 años desde que el mar se la llevo de mi lado y me siento igual, a excepción de este momento, en el que el cielo rojo me abraza calidamente con sus rayos y el sonido del mar inunda por completo mi ser y entre ambos me sobrecogen, me deshacen y me transportan a otro lugar, es tal el sentimiento que quiero dejarme ir y ser tomado por el, ¿Así se habrá sentido Saoirse en aquella tormenta?, seguramente, al menos eso quiero seguir creyendo para no sentirme culpable y miserable por seguir viviendo y ella no, eso debo de creer firmemente; aun así, las olas hacen una música que se mezcla con esos cantos venidos del recuerdo de Saoirse, se mezclan ambos y me están dejando sin fuerzas, mis piernas no soportan más, mi cuerpo duele y desfallece, mi espíritu esta agobiado y ya no puedo seguir de pie, solo quiero dejarme llevar, quizás ya llego mi hora, quizás es la hora de fundirme con el cielo y el mar, quizás es hora de encontrarme con Saoirse en el fondo del océano; lo haré, es lo que más he deseado todos estos años; ven por mi Saoirse.


Ian Pavel


domingo, 28 de julio de 2013

Las Horas


Las Horas.

Tengo 29 años y trabajo en el primer piso de un centro comercial, específicamente siendo el gerente de una tienda de ropa, llevo siete años trabajando en ese local una jornada de ocho horas diarias y cada día es la misma rutina, o al menos lo era hasta hace poco; mi día consistía en un disciplinado compendio de minutos excesivamente bien calculados desde que me levanto hasta que dejo la tienda y regreso a casa; no mantenía muchas relaciones con amigos de la escuela o con compañeros de trabajo, me alejaba de todo eso que llaman “vida social”, toda mi vida era un orden establecido que bajo ningún motivo podía alterar, el único día de descanso que tenia lo ocupaba para limpiar mi pequeño departamento, hacer las compras de la semana y quizás ver alguna película antigua o leer un libro, rara vez me detenía a algún bar o me animaba a ir a alguna fiesta, si lo hacía me iba al cabo de una hora o dos por lo mucho, tenia años que no tenía alguna relación casual con alguna chica, eventualmente observaba a las mujeres pero no les dirigía la palabra, solamente para lo esencial y de forma clara y precisa;  mi vida transcurría en completa armonía y paz, nada alteraba mi existencia ni me hacia replantear o cuestionarme dicha vida tan alejada del bullicio de una ciudad como esta, todo era una sucesión infinita de días vanos y solitarios; bueno claro está , hasta que apareció Katniss.

Katniss, desde que la conocí sabía de antemano que mi existencia se vería alterada y reordenada, como una explosión en los cimientos; ella era una mujer con apariencia cotidiana pero de alma profunda y compleja, recuerdo perfectamente que la conocí precisamente en el centro comercial donde trabajo, iba vestida con jeans azules, zapatos bajos y una playera de color azul marino, su cabello negro  hacia juego perfecto con su tez morena clara, sus ojos de un profundo café oscuro y de líneas suaves igual que el resto de rostro levantaban alguna mirada ocasional dentro del centro comercial, solo en aquellos con mirada sensible o quizás con debilidades como las mías, jamás levantaba halagos o miradas penetrantes de los transeúntes por su apariencia sencilla y juvenil, por dicho aspecto era fácil de suponer que ella no tenía más de 20 años; la vi en el local de enfrente, una tienda de zapatos tenis, ella trabajaba ahí, era la nueva “vendedora” del  lugar, ese día cruzo el corredor que nos separa para pedirme cambio de un billete, desafortunadamente le negué el cambio por la falta del mismo, pero la pude ver a los ojos y escuchar su tranquila y lenta voz; debo aceptar que me perdí en ella en ese instante, había algo enigmático en ella que me atraía y no sabía ciencia cierta que era,  al mismo tiempo alcance a ver que ella también se me quedo viendo fijamente, tenía que despejar las dudas y como adolescente, salí con el pretexto de ir a comer, algo fuera de mi rutina ya que siempre comía dentro de la bodega del local; extrañados los empleados e inclusive yo mismo, me acerque a su local para comprar un par de tenis, que de antemano sabia que jamás usaría pero aun así pase y forcé de forma sosa el que ella me atendiese, rechace a dos compañeros suyos y termine preguntándole directamente a ella el precio del articulo; en efecto me miraba no solo por ser “ su cliente”, había algo más que la hacía mirarme y que me ponía nervioso, tenía que averiguarlo, sin duda alguna había atracción, pero ahora la pregunta era ¿De qué tipo?.

Día tras día, se confirmaba la teoría, yo le atraía a ella y viceversa, pero ambos nos escondíamos entre la seguridad y confort de nuestros aparadores,  nadie avanzaba mas allá de los limites de ese corredor que nos separaba y de los limites de nuestros trabajos y tiendas, era casi evidente que ambos buscábamos excusas para hablarnos dentro de esos límites autoimpuestos, cuando no era el cambio de un billete, era un nuevo par de tenis o quizás comprarle algo a su papa o comprarle unos “trainers” al hermano, cualquier tontería nos hacia caminar de tienda a tienda, así pasaron fácilmente unos dos meses, hasta que en algún momento, la evidencia era tan absoluta, que ambos nos volvimos la burla de nuestros respectivos compañeros de trabajo, así que preferí acabar con esa burla y con esa ansiedad que me corría por todo el cuerpo, esa atracción que no podía definir o encerrar en algún  resquicio de mi ser; era ya tan grande la vergüenza de la burla y la incertidumbre de lo desconocido, que debía hacerlo y tomar el primer paso, para ver si existía algún otro paso más a tomar; la invite a tomar un café cerca del centro comercial, ella accedió de inmediato, al momento de decírselo estaba lleno de un nervio abrumador que tenía años sin experimentar , ella sonriente acepto mi invitación; al final del día cuando ambos cerramos nuestras tiendas, cruce ese corredor de cuatro metros que siempre nos separaba y nos saludamos, la expectativa se respiraba en el aire, a partir de aquí todo vendría en espiral descendente.

 En efecto Katniss y yo no ocultamos nuestra atracción, casi de inmediato como desahogando penas ante un padre, ambos nos dijimos “Que había algo inexplicable en nuestra mirada” y que casi era obligatorio saber qué era eso tan peculiar que ambos nos veíamos el uno al otro, desmenuzamos poco a poco durante esa cita nuestros gustos musicales y de películas, nada fuera de lo común, hablamos de libros, ella estudiante de la Universidad leía libros más complejos que los míos, hablamos y hablamos y continuamos hablando, gustos similares pero nada sensacional, aun asi había y seguía viendo esa chispa en sus ojos, ¿Daba el siguiente paso?, la invite a continuar hablando pero ahora con una cerveza en la mano, accedió; nos encaminamos a un bar cercano, ahí me di cuenta de mi poca experiencia en flirtear con mujeres, en decirles las palabras necesarias para terminar en algún otro lugar pasando la noche, ahí me di cuenta de lo perdido que estaba en cuestiones sentimentales y no tan sentimentales estaba, me sentía nublado y  sin rumbo, yo sabía que tenía que hacer, pero no sabía cómo; lo había olvidado por voluntad propia, por ese estúpido adolescente que fui y que se manifestaba en momentos como este; me vi,  fuera de lugar y sin las palabras o los actos mínimos necesarios para llegar a lo inevitable, a lo que de alguna u otra forma sabía desde el inicio de la noche que significaba salir con Katniss, hacer el amor con ella.

¿Cuántas cervezas habré bebido esa noche?, no lo recuerdo sinceramente; lo único que recuerdo es la cara de Katniss esperándome a salir cual animal salvaje de mi jaula, tomarla desprevenida, arrebatarle la ropa y volverme loco en público, no era una belleza despampanante la que ella poseía pero me daba cuenta como de alguna u otra forma ella arrancaba miradas cuando se maquillaba un poco y vestía ropa un poco más ajustada, pero sobre todo ella provocaba miradas por ese carisma o sensualidad que emanaba de alguna forma poco usual ante los ojos de los hombres, ese algo que vi el día que la conocí y que sin duda despertaba los sentimientos y pensamientos más salvajes que desde hacía años o  si no es que , toda mi vida había tenido guardados, había una pasión exacerbada dentro de mí, quizás mi vida estaba al borde del abismo de la soledad, ella me despertó de ese letargo, desgraciadamente desperté  un poco tarde,  no solo en mi vida, si no en el albor de la noche , ella se fue y simplemente me dio un beso en la mejilla, me regalo una sonrisa y me dejo en el bar bebiendo una cerveza más, esa cerveza que decía para mi mismo “Esta la ultima y después le digo que me acompañe a mi departamento”; la ultima cerveza se acabo pero llegue solo a mi departamento.

A Katniss no la volví a ver al otro día, ni ningún otro día más; no fue a la tienda a la tarde siguiente y así pasaron 8 días más sin su presencia en la tienda,  extrañado y decepcionado, levemente angustiado también  pregunte por ella en la tienda de zapatos deportivos, me dijeron que solo llamo para renunciar un día y que al parecer se iría de viaje a Argentina, un intercambio escolar, así que probablemente nunca regresaría a la tienda, por un momento me sentí triste, por mi comportamiento infantil de la noche anterior y por otro más, alegre, ya que ella seguiría adelante en otro lugar seguramente con hombres más ávidos y de vida más intensa que la mía, algo justo y necesario para una chica como ella; seguramente regresaría feliz y llena de muchas experiencias, seguramente no la volvería a ver pero me daba cuenta que ahora yo también tenía que cosechar experiencias; me lo pensé demasiado, me lo guarde demasiado, Katniss me hizo darme cuenta que debía de alejarme de lo que me estaba convirtiendo, un hombre solitario, por desgracia ella no se percatara de esto que  logro simplemente con su mirada y no se dará cuenta de que hoy renunciare a mi trabajo para irme a vagar por todo el mundo a recuperar ese tiempo perdido. Mi tiempo perdido. 


Ian Pavel 

sábado, 18 de mayo de 2013

Las Palabras

*Nota. Este  relato surgió por una tarea  o mas bien dicho, es una tarea que se me asigno en la facultad, léanlo y ojala les agrade, ya saben comentarios y demás son siempre bienvenidos.


Las Palabras

Solo cerré los ojos un momento y comencé a recordar todo  eso que me hace sentir culpable, ese deseo que por más que quisiera no sentir, por debajo de mi piel se mueve  y tuerce mis entrañas, también comienzo a preguntarme ¿Desde cuándo comencé a sentir un amor tan entrañable y sobre todo maldito, por mi propia sangre?,   ¿Desde que tengo uso de razón?, ¿Desde  aquella niñez llena de sensualidad e inocencia inusitados?, ¿Desde mi  taciturna y pesada adolescencia?, no lo sé, nunca he encontrado el momento de la génesis exacta de estos sentimientos hacia ella, no son sanos, ya me lo han dicho amigos y lo mencionaría cualquier psiquiatra o psicoanalista sensato, “son solo producto de un estado psicótico e irracional”, pura basura psíquica, al diablo, no me importa lo que digan los demás , ellos no lo sienten en carne propia y yo sí, yo debo de saber más de cómo me siento que ellos, pero en ocasiones tienen mucha razón y  vaya que me siento asi,  culpable, lleno de un amor delictivo, siento que no soy yo al estar atrapado en lo que los demás puedan decir de mí,  como sea vivimos en sociedad y no puedo ser el hombre que posea a mi hermana, de hecho para ser sinceros, no se si es recíproco, he visto como toma mi mano en ocasiones, como me mira, como sus palabras tratan de destapar el caño de  los sentimientos ocultos hacia ella, quizás lo sabe y juega conmigo, quizás es  el simple erotismo que ella emana y por el cual extrañamente me siento atraído,  la atracción a ella es una pregunta sin respuesta.

Un amigo me dijo que eso de la moral debería importarme poco, que  antes, en la edad media  los reyes se casaban con sus primas o sus hermanas, pero me es imposible, hay algo dentro de mí que lucha contra este impulso que siento, no solo es ese “que dirán”, es algo más grande que ella y yo juntos, o quizás más poderoso, pero  ese algo me  desgarra, he intentado de todo fui al doctor, al psicólogo, con el cura e inclusive con una especie de bruja cósmica de un pueblo perdido en la sierra de Oaxaca, me he alcoholizado noches enteras,  he tomado cada licor delicioso y embriagante posible, tequila, ron, whisky, coñac, vodka, licor de ajenjo, nada funciono, al contrario entre la resaca y el estado de éxtasis en la borrachera, ella aparecía de nuevo, probé con otras mujeres, que se pareciesen  a ella, idénticas , casi gemelas, estuve con muchas mujeres bellas desde mi adolescencia, en forma y fondo debían de ser como ella, esa era la condición, desmenuzaba sus cuerpos entre mis manos pero me sentía vacío  triste y desolado al terminar, no podía hacer nada contra ese algo que me estaba arrastrando a la desesperación y la frustración,; ¿Qué poder hacer?, una de esas chicas una vez leyó una poesía que le compuse en estado de ebriedad absoluta a mi hermana , le pareció bella e inusitadamente inquietante, espeluznante, tanto amor contenido en este enclenque cuerpo, cuanta pasión, cuanta fantasía innombrable que fácilmente que de cumplirse mi alma seria condenada al más profundo de los abismos del infierno; después de leerla huyo pero me dejo una nota que decía “Nunca podrás hacer nada con tu hermana a menos que ella lo desee también  seguramente no lo desea si no ya hubiese pasado algo, te dejo pero considera esto, escribes muy bien y tus palabras son bellas, con ellas me conquistaste en aquel lugar  donde nos conocimos hace un tiempo, no te quiero volver a ver pero si te quiero volver a leer, piénsalo…”

Un balde de agua fría cayó sobre mi cabeza, he ahí la respuesta y el por qué ahora ustedes me leen o quizás escuchen mi desquebrajada voz , desde ese momento me decidí a escribir, desde pequeño había escrito algunas cosas pero todas vanas e inocuas, ahora quizás podía funcionar, en ese momento no tenía nada que perder y lo intente, funciono totalmente, desde el primer momento en que tome mi máquina de escribir y decidí teclear todo lo que sentía hacia ella y lo que ella quizás imaginariamente representaba para mí, sentí un alivio enorme, mi alma, mi mente e inclusive mi cuerpo desfallecieron de descanso , una tregua  a mis instintos y mis deseos, un escape ilusorio pero que no me hacia lastimar a nadie y por supuesto no lastimarme a mí mismo, encontré en las palabras , lo que no podía encontrar en la vida real, un vía de escape que me ha redituado muchas cosas , pero la principal ha sido la paz interior y un rumbo ya no a ninguna parte, quizás este solo siempre, quizás me mantenga encerrado en mi cuarto escribiendo por las noches pero dentro de estas páginas que escriba y en la mente de aquellos que me lean podre ser ese que no pude ser; por ahora le daré las gracias con una dedicatoria a esa chica que me llevo aquí a escribirle a mi hermana y a ti que me lees ahora.


Ian Pavel

domingo, 31 de marzo de 2013

Destellos


Destellos.

Cuanta necedad la mía al estar aquí, escribiéndote unas líneas que probablemente jamás leerás o peor aun, ignoraras cual consejo de madre a su hijo adolescente; es tanta mi necedad, es tal mi desesperación, que la noche se hace eterna, las manecillas del reloj caminan tan lentas que me pierdo en su tic-tac  hipnótico, el sonido de mis pensamientos se desvanece, mis ojos se cierran, pero no duermo, sigo despierto, dejando que se fusionen pasado, presente y futuro; las memorias, los momentos y las premoniciones flotan a mi alrededor, iluminan como destellos mi oscura existencia, me dan pauta a seguir escribiéndote algo totalmente innecesario, ¿Que me motiva a seguir?, la necesidad de sacar la que oprime mi pecho sin importar nada, así que aquí sigo, como antes y como siempre.

"Yo te prometo esto,
Siempre cuidare de ti,
Eso es lo que haré..."

¿Cuantas veces te vi caminando en los pasillos de la facultad, hasta que pude hablarte?, esa imagen mental tuya, deambulando por los edificios de la universidad va acompañada de una infinidad de sensaciones, que al recordarla, fluyen en mi interior de nuevo; he de sonar como un maldito perdedor; el sonido de tus pasos pim-pam,  pim-pam, lo amaba de sobremanera, me enrojecía al saludarte y lo peor de todo, me volvía loco tu nombre, Imogen; en ese entonces yo era un chico solitario con aspiraciones vanas de escritor, un poco paranoico, un poco melancólico,  un poco narcisista y bastante iluso, jamas pensé que yo podría ser de tu agrado, por mi mente nunca paso dicha idea, no se si gracias a alguna magia negra o a los designios del fatídico destino tu te fijaste en mí y bueno se dio algo entre nosotros, muy inocente, juguetón e infantil pero paso, bastante fuera de lo que tenía esperado, habías muchas cosas en común, cualquier estúpida comedia romántica se quedaba corta, cualquier canción de amor, cualquier poema de Yeats, cualquier cosa que te imagines podía describir, en ese momento, lo bien que compaginábamos; boberias juveniles; el encanto duro bastante tiempo, hasta que pasamos al punto de quiebre; el infructuoso pasado.

"Mi corazón es tuyo,
Eres tú a quien me aferro,
Eso es lo que hago..."

Cuando estudiamos historia desde pequeños nos deberían decir o quizás recalcar la importancia que le damos al pasado los seres humanos, es como nuestro marco de referencia de si estamos haciendo bien o mal, si vamos por el camino deseado o estamos hundiéndonos en nuestra desazón; el pasado nos tortura en muchas ocasiones, nos presiona desde adentro hasta estallar, nos hace dudar, nos hace pensar en cosas sin sentido, nos vuelve seres débiles; debería ser lo contrario, pero nos vamos por el lado de la agónica y desastrosa autodestrucción, a todos les ha pasado alguna vez, al menos eso quiero pensar para no sentirme tan soso y patético, quiero creer que es una especie de maldición universal,  estigma que cargamos todos como rasgo heredado, quiero creer que mi debilidad es la debilidad de todos, no me quiero sentir solo o abandonado, pero en lo estoy.

Tu pasado se apareció ante nuestras narices un día como hoy, inexorable y despiadado, toco a tu puerta y dejo un mensaje, "He regresado para llevarte conmigo", dejo una oferta irresistible como si fuese canto de sirenas; abrió la puerta que pensabas cerrada y los fantasmas que estaban guardados celosamente en tu interior, despertaron como demonios  hambrientos, la presión irrevocablemente dura y fehaciente de la confrontación exigía un sacrificio o dos, yo fui el voluntario al primer sacrificio, arrancaste lo que había dentro de mí y lo ofreciste como tributo; después te ofreciste a ti misma, te arrancaste las entrañas y las ofreciste, sin embargo ese segundo sacrificio probablemente fue innecesario, en realidad solo deseaba un sacrificio y el elegido fui yo; por propia mano me deje ir y te deje ir, deje que tu pasado se volviera mio, que tu dolor me destazara y que tu tristeza se encapsulara en mi llanto; no se para que lo hice y ni porque lo hice ¿El que no soporto la presión y la confrontación fui yo?, ¿El que no tuvo voz?, ¿El que prefiero rendirse?, ¿El cobarde?, quizás;  muy probablemente mis carencias de valor y masculinidad son parte de todo esto, el resultado de que tu pasado se fusionara con el mio y se volvieran uno solo es que ahora me siento vacío, ya nada es mío, las delgadas barreras de lo que era tuyo y mio se perdieron por que ya no se quien soy, la entrega absoluta  me hizo perder todo y volverme un apéndice tuyo, una extensión prescindible de ti, deleznable, en eso me he convertido; algo que no necesitas; por eso se que estas palabras no tienen mas que un valor anecdotico, de seguro si las lees en algún momento sabrás por que he partido a descansar después de tanto desasosiego, me gustan las salidas fáciles, huir es la mejor, se me da perfecto, así que eso haré; quizás sabrás de mí por algún viejo amigo, por algún compañero de trabajo o por la nota roja, la noticia de mí hará que los destellos del pasado, como chispas en la oscuridad de la noche, brillen y regresen a ti y dirás "si , le conocí", quizás desempolvaras las cartas y las fotos o escucharas aquella canción que te dedique,  pondrás atención a los 3:48 que dura la canción y una lagrima de nostalgia emanara de tus ojos, detendrás el disco y apagaras tanto el estéreo como el destello de ese pasado para seguir con tu vida sin mi, como siempre lo has hecho.


Ian Pavel

jueves, 28 de febrero de 2013

Pobre Escarabajo

Pobre Escarabajo.

La música suena fuerte a través de las bocinas, la cuerdas de la guitarra suenan como un ruido pequeño e incesante que se desliza sobre mis oídos, la voz me hipnotiza y me atrae cual mantra celestial, el bajo y la batería hacen que vibren los espejos del lugar, resuenan en la ropa de los presentes, sus ondas tocan los cuerpos en movimiento y sobre todo transmite un mensaje, algo confuso en ocasiones, muy claro y evidente en otras, las luces y el humo que despiden los cigarrillos hacen un juego perfecto mientras Marissa, la mesera se acerca a darme un Jack Daniels, mi bebida favorita para momentos como este, los momentos del desamor absoluto y despiadado; ella me sonríe tímidamente  yo solo la observo y dibujo una mueca lastimosa, nos miramos a los ojos brevemente y en ese instante un silencio...

"... And when she lets me slip away.."

... eso dijo la voz y de inmediato comenzó la música de nuevo, ahora mucho más fuerte y potente mientras Marissa y yo bajamos la mirada; ella me recuerda a alguien, no se a quien ahora pero me recuerda alguien, su figura delicada que casi se desvanece entre el humo, sus manos delgadas y sus dedos que lucen frágiles,  su mirada tierna y escondida bajo un par de anteojos de pasta negros, su boca pequeña y con unos labios levemente pintados; si ella me recuerda a alguien, en ese instante me pregunto ¿Me recuerda a Ilse?, quizás, hay algo en ella que me hace recordarla, no se a ciencia cierta pero hay algo; es un fastidio, ahora todo me recuerda a ella, la música, el Jack Daniels, los cigarrillos encendidos, las mujeres en vestidos ajustados y cortos, las mujeres con mezclilla, las mujeres con cabello largo, las mujeres morenas y de piel blanca, las meseras, todo absolutamente todo, que maldito fastidio; la soledad me hace pensar en ella, eso debe de ser, el alcohol que bebo esta alterando mi percepción, llevo tres horas bebiendo desdichadamente en la ultima mesa en el rincón mas aislado de todo el lugar y por eso ahora creo que todo me recuerda a Ilse, pero no soy yo quien habla, habla el alcohol por mí, habla mi  buen amigo Jack.

Quiero ir a otro lugar pero Marissa me detiene, mi amigo Jack me dice "Invítala a tomarse algo contigo", ¿Me va a decir que no?, "Hazlo, no seas cobarde"; Lo hago y le pido otro trago, le insisto que se tome uno conmigo, al fin y al cabo yo invito le dije; ella sonrió de nuevo y dijo "Solo uno", se sirve, bebemos al mismo tiempo y alcanzo a ver en mi distorsionada visión su dentadura perfecta, observo como la linea de sus labios hace un juego excelente con todo su rostro; he caído y ella también, el único trago se convirtieron en dos, luego tres y al final en una cuenta inmensa que ya no tiene caso llevar, paradojicamente el Dj vuelve a poner la misma canción de hace un rato, la voz ahora se esconde de mis oídos, no la percibo, la voz de ella es lo único que alcanzo a escuchar, me cuenta que ella también tiene su corazón desdichado por un tal Edmundo, compañero suyo de la facultad que la dejo hace unos días, ella estudia Comunicación, trabaja aquí desde hace unos pocos meses y desea ser periodista al salir de la Universidad; que fastidio, ya soltó su boca y empezara a llorar y a decirme lo desdichada que es desde que su novio de cuarta lo dejo, voy a detenerla. la voy a besar, si, eso haré, es un beso inofensivo.

"Beetlebum,
What You've Done?
She's a Gun,
Now, What You've Done Beetlebum?..."

Marissa y yo nos estamos besando apasionadamente en el taxi, lo que fue una forma de callarla con un beso   inofensivo se convirtió en una vorágine de más besos y caricias, eran las 4 a.m. cuando salimos del lugar las calles estaban desoladas y ambos estábamos sumamente ebrios, así que en mi poca consciencia que me quedaba decidí que nos fuéramos a mi departamento, me tomo de la mano y ella paro un auto, inmediatamente después de entrar al taxi e indicarle la dirección, ella comenzó  besarme, sus besos y sus malditos labios me hacían pensar cada vez mas en Ilse y estoy seguro que los míos hacían el mismo efecto en recordarle a su novio de pacotilla, así continuamos hasta llegar a mi casa; al llegar nos dirigimos rápidamente al elevador, piso 4 le dije, presiono el botón y continuamos besándonos, le quite sus lentes y ella me quito el saco, le quite su abrigo, !Ding¡, hemos llegado, tome mi llave, abrí lo más rápido posible, entramos e inicie a besarle el cuello, mientras ella me acariciaba la nuca, después nos besamos apasionadamente por varios minutos y nos empezamos a desnudar, de inmediato en la desnudez de ambos ella estrujo fuerte mi sexo y yo sus pechos, la lleve despiadada y furtivamente a mi cama mientras seguía besándola y ella acariciándome,  nos recostamos y comenzamos a tener sexo, el sexo mas enloquecido y endemoniado posible por un par de extraños, ambos con los ojos cerrados, nos mantuvimos en la oscuridad moviendo nuestros cuerpos al ritmo de aquella canción perdida donde nos conocimos, nuestras voces jamas emanaron ninguna palabra, pero podía sentirlo; ella quería gritar su nombre y yo el de ella, Ilse, sexo duro con pensamientos tristes, pobres escarabajos, pobres desdichados.

"... She turns me on 
And all my violence is gone,
Nothing is wrong,
I just slip away and I am gone..."


Oigo un quejido, un llanto en mis sueños, todo es oscuro y resuena esta voz lamentándose por todos lados, no reconozco la voz, me siento raro y quisiera despertar, pero mis ojos se niegan a abrirse, me mantengo dormido y sigo escuchando ahora cada vez mas lejana esa voz, se pierde, se desvanece mientras la oscuridad se vuelve luz  blanca y cegadora lentamente. Despierto y Marissa yace a un lado mío, su espalda desnuda se ve hermosa mientras el sol brilla en su hombro y su cabello refleja la luz que poco a poco va entrando a la recamara, me siento de maravilla por unos segundos , por que casi de inmediato recuerdo la situación de ambos; unos desdichados teniendo sexo en la oscuridad para no reconocer nuestros rostros, inundados en nuestra melancolía nos entregamos al deseo por el deseo, al alcohol y sus efectos socializadores y sobre todo a llenar el vacío imperante en nuestros corazones, decido levantarme y meterme a la ducha, el agua fría me caerá bien. Al terminarme de duchar y salir del baño, la veo en la orilla de la cama poniéndose su ropa interior, ella escucha mis pasos, voltea y me dice "Buenos Días", le regreso el saludo y comienzo a vestirme, ella mientras tanto termina de vestirse por completo se acerca a mí y me mira directamente a los ojos, mantenemos la mirada fija el uno al otro, silencio absoluto; esos segundos se me hacen una eternidad, sin decir una sola palabra ella me abraza, al sentir su cuerpo extiendo un poco mis brazos y la sujeto de la cintura, no sabía que hacer así que la sujete fuertemente, en ese instante me susurra: "Adiós escarabajo", besa mis labios tiernamente y se va, dejándome en la soledad una vez más, dejándome de regreso al inicio de todo, el vacío; toco mis labios después de su beso y le susurro a la estela que dejo atrás " Adiós escarabajo".




Ian Pavel. 




domingo, 27 de enero de 2013

Conductor Designado

Conductor Designado.

"Acelera, solamente acelera y dejemos todo atrás por favor; olvidemos a Edgar, olvidemos a Daphne, olvidemos el temblor de nuestras manos, olvidemos los teléfonos sonando durante noches enteras, dejemos enterradas la culpa y el desasosiego; toma mi mano, pisa el acelerador, no voltees, por que si lo haces me perderás  ¿lo entendiste?, así que continua hacia adelante a 200km/h o lo más rápido que puedas, mientras más rápido vayas podre dejar de ser Martha y tu podrás dejar de ser Gabriel..."

Sus palabras contundentes, salidas con angustia y desesperación llegaron directamente a mis oídos, sus manos fuertemente sujetaban mi chaqueta y lo que alcanzaba a ver de reojo de su rostro en mi retrovisor mostraban un temor inconmensurable, ¿Al pasado?, ¿Al futuro?, ¿Al vertiginoso y poco ominoso presente?, no lo se, pero sus delgados dedos que me tomaban fuertemente, su voz desquebrajada y la parcialidad de su rostro hundido y perdido entre las sombras y luces que se desvanecían en el retrovisor me empujaban a continuar el paso veloz del auto, sabía, yo sabía que esto acabaría mal para alguno de los dos pero aun así seguí con determinación de desaparecer con esta mujer a mi lado de esta desgastada e inmunda ciudad.

Ese BMW negro que nos seguía se ha perdido al fin, estoy entrando a la autopista y se que ya no puedo regresar, desde el primer momento en el que ella subió al auto supe que esta noche cambiaría todo, jamas había confiado en mis instintos pero esta vez la sensación fue inmensa y me rendí a ella, total e incondicionalmente; la carretera luce sola, vacía es la 1:56 a.m., los paramos, las curvas, el asfalto, los arboles, la inmensidad y la oscuridad del cielo que oculta a las estrellas son lo único que nos acompañan; la radio esta apagada y el ruido del motor al cambiar de velocidades es silenciado por su llanto, ha dejado de sujetar mi brazo, lo único que puedo ver de ella es su cabello sobre su rostro y sus manos sujetando su cabeza, me mantengo callado, no tengo nada que decir, ¿Que le puedo decir?, el típico "Todo estará bien", no, odio esa frase y más en estos momentos, por que de verdad no se lo puedo garantizar, no tengo argumentos  ni nada solido que decirle, mi silencio la acompaña mejor que las palabras fútiles, así continuare, en silencio.

Se ha quedado dormida y su rostro ahora es apacible, no parece que ha llorado por horas; detengo el auto un momento y le pongo mi abrigo que se encontraba en el asiento de copiloto, la tapo, tomo su cabello delicadamente con mis dedos, la observo fijamente, luce tan inocente, no se a ciencia cierta de que estaba huyendo, no parece una chica que se meta en problemas muy seguido, de hecho siento que salio despavorida a las calles por que ni tiene a nadie quien la ayude, quizás una chica provinciana o tal vez una de esas muy contadas dulces criaturas que la noche arroja de su vientre y que deambulan cual ángeles caídos, llenos de gracia y ternura; decido prender la radio, vuelvo a encender el auto y regreso al camino, aunque las dudas me rodean por completo e invaden mi mente acelero y dejo que la voz que emana de mis bocinas me mantenga despierto y con los ojos en el asfalto.

La noche ha llegado a su punto mas álgido y el recuerdo de hace unas horas sigue presente en mi mente; iba manejando tranquilamente sobre Hudson Avenue con la firme intención de parar a cenar algo, cuando de repente en un alto, ella abrió la puerta trasera, se metió al auto y gritándome me dijo "Por favor llévame lejos de aquí, necesito irme lejos de aquí...", inmediatamente la voltee a ver y sorprendido acelere a fondo, mientras conducía sobre la avenida me dijo su nombre, a que se dedicaba y que huía de un tal Edgar, que sigo sin saber si es ¿Un novio celoso?, ¿Acosador?, ¿Jefe pendenciero? o algo parecido, comenzó a preguntarme  cosas como mi nombre, a que me dedicaba y si tenia novia antes de que pudiese preguntarle quien es ese tal Edgar; se quedo en silencio unos minutos y decidí parar el auto, ella sorprendida solo me dijo que confiara en ella, que no era una chica mala, que solo quería irse lejos de esta ciudad; en ningún momento voltee a verla , solo la veía a través de mi retrovisor, con su su rostro bello pero bañado en lagrimas y su cuerpo delgado que lucia con unos jeans azules y un suéter gris; no sabía que hacer, ¿Esconderla en mi casa?, ¿Llevarla a tomar un autobús?, ¿Dejarla con algún amigo?, miraba su rostro desencajado pidiéndome ayuda y por algún motivo que sigo sin entender acepte a llevarla lejos, aunque necesitaba pasar por dinero a mi departamento, ella acepto y fuimos a mi casa, tome dinero y llene una pequeña mochila con algo de ropa; antes de irnos pase al baño donde me enjuague la cara, respire hondo y tome valor para irme con esta desconocida, dentro de mí sabía que no había nada que perder,  esta ciudad ya me había ofrecido todo lo que tenía y no lo supe aprovechar, estaba estancado en una relación perdida, en un trabajo miserable y con pocas amistades, pocos me extrañarían y pocos preguntarían por mi, mi ausencia en este lugar se vería opacada por lo intempestiva y volátil vida que se lleva en la ciudad, sin duda irme con ella era la mejor opción que tenía y que caída como del cielo, se me había presentado; salimos del edificio y comenzó el episodio más violento de esta noche.

Íbamos avanzando sobre las calles dirigiéndonos hacia la autopista, cuando note que un auto negro nos seguía sigilosamente, ella también lo noto, así que aumente la velocidad y aquel auto también aceleró y se acerco horriblemente a nosotros, ambos íbamos manejando a gran velocidad y esquivando autos a medida que pasaban, el terror en su rostro era notorio, mi nerviosismo absoluto aun más; el auto negro quedo a un lado mío y nos intento golpear alcance a mover el volante y evitar que nos golpease, pero lo volvió a intentar, consiguiéndolo y con arrancarle un grito a ella, el camino se volvía mas estrecho, por lo que un golpe del otro auto prácticamente marcaba nuestro fin del camino, así que solo me quedaba una opción y era hacer alguna maniobra donde pudiese dejar atrás al perseguidor, por lo que pise el freno y di un giro violento al volante, el otro auto no alcanzó a frenar rápido y se siguió de largo una buena cantidad de metros dándome la suficiente ventaja para poder dejarlo atrás mientras cambiaba de velocidad y pisaba el acelerador a fondo, en ese momento ella me sujeto el brazo y me pido que acelerara aun más y lo hice.

El amanecer esta cercano y mis ojos están terriblemente cansados, mis brazos y mis piernas se encuentran todavía tensos y adoloridos, ella continua durmiendo, así que pasar a un hotel no sería muy bueno, una siesta de un par de horas me ayudará, alcanzo a ver un camino de terracería donde puedo orillarme y estacionarme, al estacionarme de inmediato cierro los ojos, el cansancio es total. El sol comienza salir por el Este como de costumbre, pero ahora no hay ruidos de autos ni voces de personas que me puedan indicar que hora es, los rayos del sol suavemente brillan en el horizonte y algunos más apenas alcanzan a tocar mi brazo izquierdo, la calidez y el brillo de los mismos me despiertan poco a poco, sigo sin saber que hora es, volteó y el asiento trasero se encuentra vació, mi abrigo esta en su lugar, radio no suena y ni una señal de aquella chica por supuesto; asustado y desesperado salgo corriendo a la autopista, corro en sentido contrario para ver si no se encuentra sobre el camino, pero no está; corro de regreso y hacia adelante para ver si no intento huir de algo y tampoco hay una pista de ella,se fue, no esta, se perdió de mi vista un par de horas y ya no esta, no hay huella ni rastro de ella, una tristeza y profunda incertidumbre corren dentro de mí y me rodean por completo, ¿A donde fue?, ¿ Murió?, ¿Vive?, ¿Fue real?, ¿Fue una ilusión?, ¿Un sueño despierto?, ¿Una fantasía paranoica?, no tengo ni la menor idea; a ella la tengo tan presente, tan real, tan verdadera, tan frágil y tan bella, que me cuesta creer que ya no esta en e auto o cerca de aquí, decido esperar a ver si aparece de la nada, así como ella llegó a mi vida, pero pasan los minutos y no reaparece, ella fue el pretexto para salirme de aquel horrible departamento y vida que tenía en la ciudad, ella fue la única razón por la que tome el valor para hacer cosas que jamas en mi vida pensé que podía hacer; ya no le pude agradecer por eso, ya no supe nada más acerca de ella, quiero pensar que  en verdad era un ángel o quizás un hada, quiero creer como niño pequeño e iluso en historias sobrenaturales o en historias paranormales o fuera de lo común, quiero creer en eso por que quiero creer que ella esta bien y que solo vino a este mundo a ayudarme y no al revés, como lo pensé durante toda la noche; la melancolía es barbara y despiadada, me siento mal pero debo de seguir adelante por que atrás de mi ya no hay nada que valga la pena, ella me hizo prometer que seguiría hacia adelante siempre, se fue y me dejo aquí en medio de la nada con un vacío enorme, ¿Que hacer ahora?, buena pregunta para la cual aun no tengo respuesta, pero quizás en el camino la encuentre, tomare el camino hacia el sur, de seguro ahí esta mi respuesta. Adiós Martha, gusto en conocerte.


Ian Pavel