Hojas Temblantes.
Octubre
se va y las hojas temblantes de los arboles se niegan a caer, el viento frío no
puede derribarlas, aquel color vibrante tan lleno de vida que alguna vez
tuvieron se ha disipado, ahora parduzcas se sostienen y se aferran a las ramas;
las que ya han caído y cedido ante el inescrutable paso de las estaciones se
han convertido en polvo que ahora flota en el aire que se respira en este lugar,
un aire que huele a agonía y desdicha; mientras mis ojos contemplan esto mi
pecho adolece terriblemente, al instante la cabeza me da vueltas, mis oídos no
escuchan nada, comienzo a toser, mis músculos rígidos se tensan aun mas, dentro
de mi garganta se acumula un vendaval de sangre que al final fluye por una las
comisuras de mis labios y ensucia por completo mi estrangulado y contorsionado
cuerpo agonizante, en ese momento pierdo por completo la noción del tiempo y me
desvanezco. Despierto terriblemente asqueado y me pregunto: ¿Fueron diez
segundos?, ¿Un minuto o cinco minutos quizás?, no lo se, solo se que los
ataques son cada vez mas fuertes y que mi cuerpo no lo va a soportar por mas
tiempo. Estoy muriendo eso es seguro.
Al otro día
intento persuadir a mi enfermera para que me lleve de nuevo a este sitio donde
vi las hojas temblantes, ella se niega rotundamente, el ataque de ayer fue
terriblemente fuerte y escandaloso según ella, yo no recuerdo mucho pero ella
quedo impactada y atemorizada de que si vuelvo a salir pueda desvanecerme cruelmente
ante su atónita vista una vez mas; le da miedo que me muera estrepitosamente y
que ella no pueda hacer nada, al menso eso quiero pensar yo, también puede ser
la pena de cargar a un bulto como yo, un hombre de 1.70 metros , 29 años de
edad, que babea cada dos minutos, que debe usar silla de ruedas, que tiene
ataques espeluznantes donde fluye sangre y que la única forma para comunicarse con
su exterior es a base de lo que puede escribir con la única mano que aun
conserva movimiento voluntario, esta debe de ser la razón; por mas profesional
que sea, la vergüenza la corroe, salir a la calle con un tipo como yo debe de
hacerle trozos el ego , de seguro le ahuyento a los chicos que planean invitarla
a salir; pero es su trabajo, ella debe de hacerme sentir cómodo y ayudarme a
llegar “bien” al final de mis días, eso recuerdo que le dijo mi madre a ella, así
que debe de llevarme a ese lugar lo quiera o no lo quiera, me importa un carajo
si le da pena salir conmigo. Ella me va a llevar.
Cuando vivía
en México, recuerdo nítidamente que de pequeño en estas fechas íbamos al panteón
a llevar flores a la tumba de mi padre; mi madre y yo inseparables cada año hacíamos
lo mismo, ya que no tuve hermanos, mi madre se refugio totalmente en mi por
mucho tiempo aunque el irrevocable paso de los años y tanto apego entre los dos
hicieron que nuestra relación envejeciera prematuramente así que al momento de
separarme de ella definitivamente hace cuatro años, no hubo ningún problema y pareció
ser lo mas sano, fue lo mas sano sin duda; cuando se entero del accidente y que
había quedado lesionado de mi columna, viajo de inmediato a Los Ángeles, al
llegar trajo consigo a esta enfermera, Sara, una linda y amable enfermera de 25
años de edad de México, con ojos negros como la noche, cabello castaño, delgada
de estatura media y con unas facciones innegablemente bonitas y llamativas,
hasta el momento me ha tratado bien, pero sus ojos no mienten, en ese mar de
oscuridad y penumbra que son sus ojos yo se que aborrece estar con un tipo como
yo, lo se. Yo lo se.
Al Final
la convencí de que me llevara de nuevo a ese lugar, es una tarde nublada menos fría
que la de ayer y el viento casi no sopla, aun así los arboles prácticamente de
un día para el otro habían quedado desnudos, las hojas temblantes y agónicas ya
habían caído casi por completo en el transcurso de veinticuatro horas, el olor
a desdicha permanecía pero se mezclaba con un extraño hedor a nostalgia que emanaba
de la tierra, las hojas parduzcas de ayer ahora estaban secas y totalmente
faltantes de vida, pronto se convertirán en polvo; en ese momento el cielo se
despeja un poco y la tenue luz del sol extrañamente me da de lleno en mi cara y
sobre los hombros de Sara, sus rayos no calientan ni un poco y el frio
prevalece a pesar de los rayos del sol, solo ayudan a crear un par de sombras,
la de la figura de Sara parada y la mía completamente inerte observando el sol
y las ultimas hojas que el viento suavemente intenta derribar de los arboles,
mis ojos observan pacientemente la lucha de estas, el aire comienza a tornarse
mas frio y mis parpados se sienten pesados, mi única mano que se mueve comienza
a perder su fuerza, mi corazón late lenta y suavemente como si este quisiese
fundirse con la tranquilidad de este lugar; como si este fuese el ritmo con el
cual puedo mezclarme entre la ciudad apabullante sin ser descubierto y así
pasar a ser parte del viento, ser uno con el viento, ser el viento; eso quiero
ahora, quiero ser el viento para poder viajar lejos de aquí; mis ojos se
cierran poco a poco, pero alcanzo a sentir el contacto cálido de la piel de
Sara, me observa fijamente con sus oscuros ojos y me toma la mano, intento fijar
mi desfalleciente mirada en su rostro pero no puedo, ella sonríe y me da un
beso en la mejilla, me susurra al oído “Adiós y Buen Viaje Pablo” ; todo se ha
ido, todo se nubla por completo no oigo, no huelo, no veo y no siento nada, el
ritmo de mi corazón se ha detenido por completo; ¿Me he vuelto uno con el
viento?, si, ahora soy el viento.