lunes, 31 de octubre de 2011

Hojas Temblantes

Hojas Temblantes.

Octubre se va y las hojas temblantes de los arboles se niegan a caer, el viento frío no puede derribarlas, aquel color vibrante tan lleno de vida que alguna vez tuvieron se ha disipado, ahora parduzcas se sostienen y se aferran a las ramas; las que ya han caído y cedido ante el inescrutable paso de las estaciones se han convertido en polvo que ahora flota en el aire que se respira en este lugar, un aire que huele a agonía y desdicha; mientras mis ojos contemplan esto mi pecho adolece terriblemente, al instante la cabeza me da vueltas, mis oídos no escuchan nada, comienzo a toser, mis músculos rígidos se tensan aun mas, dentro de mi garganta se acumula un vendaval de sangre que al final fluye por una las comisuras de mis labios y ensucia por completo mi estrangulado y contorsionado cuerpo agonizante, en ese momento pierdo por completo la noción del tiempo y me desvanezco. Despierto terriblemente asqueado y me pregunto: ¿Fueron diez segundos?, ¿Un minuto o cinco minutos quizás?, no lo se, solo se que los ataques son cada vez mas fuertes y que mi cuerpo no lo va a soportar por mas tiempo. Estoy muriendo eso es seguro.

Al otro día intento persuadir a mi enfermera para que me lleve de nuevo a este sitio donde vi las hojas temblantes, ella se niega rotundamente, el ataque de ayer fue terriblemente fuerte y escandaloso según ella, yo no recuerdo mucho pero ella quedo impactada y atemorizada de que si vuelvo a salir pueda desvanecerme cruelmente ante su atónita vista una vez mas; le da miedo que me muera estrepitosamente y que ella no pueda hacer nada, al menso eso quiero pensar yo, también puede ser la pena de cargar a un bulto como yo, un hombre de 1.70 metros , 29 años de edad, que babea cada dos minutos, que debe usar silla de ruedas, que tiene ataques espeluznantes donde fluye sangre y que la única forma para comunicarse con su exterior es a base de lo que puede escribir con la única mano que aun conserva movimiento voluntario, esta debe de ser la razón; por mas profesional que sea, la vergüenza la corroe, salir a la calle con un tipo como yo debe de hacerle trozos el ego , de seguro le ahuyento a los chicos que planean invitarla a salir; pero es su trabajo, ella debe de hacerme sentir cómodo y ayudarme a llegar “bien” al final de mis días, eso recuerdo que le dijo mi madre a ella, así que debe de llevarme a ese lugar lo quiera o no lo quiera, me importa un carajo si le da pena salir conmigo. Ella me va a llevar.

Cuando vivía en México, recuerdo nítidamente que de pequeño en estas fechas íbamos al panteón a llevar flores a la tumba de mi padre; mi madre y yo inseparables cada año hacíamos lo mismo, ya que no tuve hermanos, mi madre se refugio totalmente en mi por mucho tiempo aunque el irrevocable paso de los años y tanto apego entre los dos hicieron que nuestra relación envejeciera prematuramente así que al momento de separarme de ella definitivamente hace cuatro años, no hubo ningún problema y pareció ser lo mas sano, fue lo mas sano sin duda; cuando se entero del accidente y que había quedado lesionado de mi columna, viajo de inmediato a Los Ángeles, al llegar trajo consigo a esta enfermera, Sara, una linda y amable enfermera de 25 años de edad de México, con ojos negros como la noche, cabello castaño, delgada de estatura media y con unas facciones innegablemente bonitas y llamativas, hasta el momento me ha tratado bien, pero sus ojos no mienten, en ese mar de oscuridad y penumbra que son sus ojos yo se que aborrece estar con un tipo como yo, lo se. Yo lo se.

Al Final la convencí de que me llevara de nuevo a ese lugar, es una tarde nublada menos fría que la de ayer y el viento casi no sopla, aun así los arboles prácticamente de un día para el otro habían quedado desnudos, las hojas temblantes y agónicas ya habían caído casi por completo en el transcurso de veinticuatro horas, el olor a desdicha permanecía pero se mezclaba con un extraño hedor a nostalgia que emanaba de la tierra, las hojas parduzcas de ayer ahora estaban secas y totalmente faltantes de vida, pronto se convertirán en polvo; en ese momento el cielo se despeja un poco y la tenue luz del sol extrañamente me da de lleno en mi cara y sobre los hombros de Sara, sus rayos no calientan ni un poco y el frio prevalece a pesar de los rayos del sol, solo ayudan a crear un par de sombras, la de la figura de Sara parada y la mía completamente inerte observando el sol y las ultimas hojas que el viento suavemente intenta derribar de los arboles, mis ojos observan pacientemente la lucha de estas, el aire comienza a tornarse mas frio y mis parpados se sienten pesados, mi única mano que se mueve comienza a perder su fuerza, mi corazón late lenta y suavemente como si este quisiese fundirse con la tranquilidad de este lugar; como si este fuese el ritmo con el cual puedo mezclarme entre la ciudad apabullante sin ser descubierto y así pasar a ser parte del viento, ser uno con el viento, ser el viento; eso quiero ahora, quiero ser el viento para poder viajar lejos de aquí; mis ojos se cierran poco a poco, pero alcanzo a sentir el contacto cálido de la piel de Sara, me observa fijamente con sus oscuros ojos y me toma la mano, intento fijar mi desfalleciente mirada en su rostro pero no puedo, ella sonríe y me da un beso en la mejilla, me susurra al oído “Adiós y Buen Viaje Pablo” ; todo se ha ido, todo se nubla por completo no oigo, no huelo, no veo y no siento nada, el ritmo de mi corazón se ha detenido por completo; ¿Me he vuelto uno con el viento?, si, ahora soy el viento.


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