Las Horas.
Tengo 29 años y trabajo en el primer piso de un centro
comercial, específicamente siendo el gerente de una tienda de ropa, llevo siete
años trabajando en ese local una jornada de ocho horas diarias y cada día es la
misma rutina, o al menos lo era hasta hace poco; mi día consistía en un
disciplinado compendio de minutos excesivamente bien calculados desde que me
levanto hasta que dejo la tienda y regreso a casa; no mantenía muchas
relaciones con amigos de la escuela o con compañeros de trabajo, me alejaba de
todo eso que llaman “vida social”, toda mi vida era un orden establecido que
bajo ningún motivo podía alterar, el único día de descanso que tenia lo ocupaba
para limpiar mi pequeño departamento, hacer las compras de la semana y quizás
ver alguna película antigua o leer un libro, rara vez me detenía a algún bar o
me animaba a ir a alguna fiesta, si lo hacía me iba al cabo de una hora o dos por lo mucho, tenia años que no tenía
alguna relación casual con alguna chica, eventualmente observaba a las mujeres
pero no les dirigía la palabra,
solamente para lo esencial y de forma clara y precisa; mi vida transcurría en completa armonía y paz,
nada alteraba mi existencia ni me hacia replantear o cuestionarme dicha vida
tan alejada del bullicio de una ciudad como esta, todo era una sucesión
infinita de días vanos y solitarios; bueno claro está , hasta que apareció
Katniss.
Katniss, desde que la conocí sabía de antemano que mi
existencia se vería alterada y reordenada, como una explosión en los cimientos;
ella era una mujer con apariencia cotidiana pero de alma profunda y compleja,
recuerdo perfectamente que la conocí precisamente en el centro comercial donde
trabajo, iba vestida con jeans azules,
zapatos bajos y una playera de color azul marino, su cabello negro hacia juego perfecto con su tez morena clara,
sus ojos de un profundo café oscuro y de líneas suaves igual que el resto de
rostro levantaban alguna mirada ocasional dentro del centro comercial, solo en
aquellos con mirada sensible o quizás con debilidades como las mías, jamás
levantaba halagos o miradas penetrantes de los transeúntes por su apariencia
sencilla y juvenil, por dicho aspecto era fácil de suponer que ella no tenía
más de 20 años; la vi en el local de enfrente, una tienda de zapatos tenis,
ella trabajaba ahí, era la nueva “vendedora” del lugar, ese día cruzo el corredor que nos
separa para pedirme cambio de un billete, desafortunadamente le negué el cambio
por la falta del mismo, pero la pude ver a los ojos y escuchar su tranquila y
lenta voz; debo aceptar que me perdí en ella en ese instante, había algo
enigmático en ella que me atraía y no sabía ciencia cierta que era, al
mismo tiempo alcance a ver que ella también se me quedo viendo fijamente, tenía
que despejar las dudas y como adolescente, salí con el pretexto de ir a comer,
algo fuera de mi rutina ya que siempre comía dentro de la bodega del local; extrañados los empleados e inclusive yo mismo, me acerque a su local para comprar un par
de tenis, que de antemano sabia que jamás usaría pero aun así pase y forcé de
forma sosa el que ella me atendiese, rechace a dos compañeros suyos y termine
preguntándole directamente a ella el precio del articulo; en efecto me miraba
no solo por ser “ su cliente”, había algo más que la hacía mirarme y que me
ponía nervioso, tenía que averiguarlo, sin duda alguna había atracción, pero
ahora la pregunta era ¿De qué tipo?.
Día tras día, se confirmaba la teoría, yo le atraía a ella y
viceversa, pero ambos nos escondíamos entre la seguridad y confort de nuestros
aparadores, nadie avanzaba mas allá de
los limites de ese corredor que nos separaba y de los limites de nuestros
trabajos y tiendas, era casi evidente que ambos buscábamos excusas para
hablarnos dentro de esos límites autoimpuestos, cuando no era el cambio de un
billete, era un nuevo par de tenis o quizás comprarle algo a su papa o
comprarle unos “trainers” al hermano, cualquier tontería nos hacia caminar de
tienda a tienda, así pasaron fácilmente unos dos meses, hasta que en algún
momento, la evidencia era tan absoluta, que ambos nos volvimos la burla de
nuestros respectivos compañeros de trabajo, así que preferí acabar con esa
burla y con esa ansiedad que me corría por todo el cuerpo, esa atracción que no
podía definir o encerrar en algún
resquicio de mi ser; era ya tan grande la vergüenza de la burla y la
incertidumbre de lo desconocido, que debía hacerlo y tomar el primer paso, para
ver si existía algún otro paso más a tomar; la invite a tomar un café cerca del
centro comercial, ella accedió de inmediato, al momento de decírselo estaba
lleno de un nervio abrumador que tenía años sin experimentar , ella sonriente
acepto mi invitación; al final del día cuando ambos cerramos nuestras tiendas,
cruce ese corredor de cuatro metros que siempre nos separaba y nos saludamos,
la expectativa se respiraba en el aire, a partir de aquí todo vendría en
espiral descendente.
En efecto Katniss y yo
no ocultamos nuestra atracción, casi de inmediato como desahogando penas ante
un padre, ambos nos dijimos “Que había algo inexplicable en nuestra mirada” y
que casi era obligatorio saber qué era eso tan peculiar que ambos nos veíamos
el uno al otro, desmenuzamos poco a poco durante esa cita nuestros gustos
musicales y de películas, nada fuera de lo común, hablamos de libros, ella
estudiante de la Universidad leía libros más complejos que los míos, hablamos y
hablamos y continuamos hablando, gustos similares pero nada sensacional, aun
asi había y seguía viendo esa chispa en sus ojos, ¿Daba el siguiente paso?, la
invite a continuar hablando pero ahora con una cerveza en la mano, accedió; nos
encaminamos a un bar cercano, ahí me di cuenta de mi poca experiencia en
flirtear con mujeres, en decirles las palabras necesarias para terminar en algún
otro lugar pasando la noche, ahí me di cuenta de lo perdido que estaba en
cuestiones sentimentales y no tan sentimentales estaba, me sentía nublado
y sin rumbo, yo sabía que tenía que
hacer, pero no sabía cómo; lo había olvidado por voluntad propia, por ese
estúpido adolescente que fui y que se manifestaba en momentos como este; me
vi, fuera de lugar y sin las palabras o
los actos mínimos necesarios para llegar a lo inevitable, a lo que de alguna u
otra forma sabía desde el inicio de la noche que significaba salir con Katniss,
hacer el amor con ella.
¿Cuántas cervezas habré bebido esa noche?, no lo recuerdo
sinceramente; lo único que recuerdo es la cara de Katniss esperándome a salir
cual animal salvaje de mi jaula, tomarla desprevenida, arrebatarle la ropa y
volverme loco en público, no era una belleza despampanante la que ella poseía pero
me daba cuenta como de alguna u otra forma ella arrancaba miradas cuando se
maquillaba un poco y vestía ropa un poco más ajustada, pero sobre todo ella
provocaba miradas por ese carisma o sensualidad que emanaba de alguna forma
poco usual ante los ojos de los hombres, ese algo que vi el día que la conocí y
que sin duda despertaba los sentimientos y pensamientos más salvajes que desde
hacía años o si no es que , toda mi vida
había tenido guardados, había una pasión exacerbada dentro de mí, quizás mi
vida estaba al borde del abismo de la soledad, ella me despertó de ese letargo,
desgraciadamente desperté un poco tarde, no solo en mi vida, si no en el albor de la
noche , ella se fue y simplemente me dio un beso en la mejilla, me regalo una
sonrisa y me dejo en el bar bebiendo una cerveza más, esa cerveza que decía
para mi mismo “Esta la ultima y después le digo que me acompañe a mi
departamento”; la ultima cerveza se acabo pero llegue solo a mi departamento.
A Katniss no la volví a ver al otro día, ni ningún otro día
más; no fue a la tienda a la tarde siguiente y así pasaron 8 días más sin su
presencia en la tienda, extrañado y
decepcionado, levemente angustiado también pregunte por ella en la tienda de
zapatos deportivos, me dijeron que solo llamo para renunciar un día y que al
parecer se iría de viaje a Argentina, un intercambio escolar, así que probablemente nunca regresaría a la tienda, por un momento me sentí triste, por
mi comportamiento infantil de la noche anterior y por otro más, alegre, ya que
ella seguiría adelante en otro lugar seguramente con hombres más ávidos y de
vida más intensa que la mía, algo justo y necesario para una chica como ella; seguramente
regresaría feliz y llena de muchas experiencias, seguramente no la volvería a
ver pero me daba cuenta que ahora yo también tenía que cosechar experiencias; me
lo pensé demasiado, me lo guarde demasiado, Katniss me hizo darme cuenta que
debía de alejarme de lo que me estaba convirtiendo, un hombre solitario, por
desgracia ella no se percatara de esto que
logro simplemente con su mirada y no se dará cuenta de que hoy
renunciare a mi trabajo para irme a vagar por todo el mundo a recuperar ese
tiempo perdido. Mi tiempo perdido.
Ian Pavel