Luces Del Sur.
A medida que camino en silencio en las calles de esta ciudad me doy cuenta de la añoranza que habita dentro de mí; el ruido de los autos pasar, las voces de las millones de personas de la metrópoli que se unen como un solo alarido, las luces de los semáforos, los bares, los comercios y los edificios, así como una vorágine de sensaciones y emociones se van fundiendo con el asfalto y me envuelven, llego a creer y sentir por momentos que esta inmensa ciudad me va a destruir, en esos aterradores momentos mi alma se desvanece y pierdo la noción del tiempo, pueden transcurrir minutos, horas o días enteros antes de recuperar la conciencia de mi espacio y momento y tener la fuerza de levantarme de nuevo y regresar a mi vida normal, que consiste en sentarme a escribir sobre las historias perdidas de las calles de este lugar, hacer crónicas de aquellas vidas que no conocemos y tal vez si no fuera por algún interés particular o ajeno al nuestro que motive nuestra curiosidad tal vez no nos detendríamos a conocer esas vidas perdidas en el caos cotidiano de esta metrópoli construida de mármol, acero, concreto y personas.
Desde pequeño, mi madre me leía cuentos que motivaron mi interés por convertirme en alguien que pudiera escribir historias tan fantásticas como esas, a medida que crecí esa ilusión se fue deslavando entre las rocas de mi desgarradora adolescencia y taciturna joven adultez, al terminar la facultad, aquel sueño estaba totalmente roído, quedaban bosquejos que se combinaban con las creencias de ese entonces y la combinación de ambas resulto en lo que hago ahora, mi laburo me ha dado una forma fácil y agradable de vivir por algunos años, he ganado lo suficiente para tener una vida poco ostentosa pero con lo necesario cambiar de ciudad de residencia un par de veces, viajar a otras tantas más, tener un confortable departamento, tener al día mi afición por comprar discos y sustentar un matrimonio fallido con su debida pensión para el niño pequeño del que solo escucho su voz por teléfono una vez al mes, no me podría quejar, con la terrible excepción de que esta vida se ha gastado tanto como mi sueño de inocencia infantil.
Comienzo a sentir que la añoranza esta coludida con la tristeza, dado la sensibilidad por no decir el sentimentalismo que siempre me ha caracterizado, me siento lejano y extraño en este lugar, desde que tengo mis devaneos y perdidas de conciencia de mi mismo esto se ha intensificado; siempre le atribuí a este sentimiento de soledad el hecho de mi cambio de residencia, la idea de un nuevo inicio, me dio por un par de años, la esperanza de ser alguien nuevo y poder mejorar en todo, pero ese nuevo comienzo nunca empezó en realidad; después de cuatro años de vivir aquí, del día a día y de la banalidad a la que estoy atado, me doy cuenta que estoy estancado, amarrado de pies y manos y que no me puedo mover hacia ninguna dirección o al menos eso pienso y siento de momento; necesito algo pero no se que es, la incertidumbre me comienza a rodear, quisiera por ultima vez en mi vida hallar alguna esperanza para seguir adelante por que de momento todo es vano y sin sentido, mi vida se va diluyendo y no puedo hacer nada por el momento para detener ese fluir.
Camino en el parque de la ciudad, se me antoja fumarme un cigarrillo, lo deje desde que llegue a este lugar, nunca antes había tenido deseo de fumar de nuevo hasta el día de hoy; compro una cajetilla, no tengo encendedor, veo a una atractiva mujer fumando en una banca cerca del kiosco donde compre los cigarros, me acerco y le pido su encendedor, ella sonríe y me lo da, prendo el cigarrillo y observo el diseño de su pequeño encendedor, tiene una inscripción “ Ser o No Ser”, aquello me da curiosidad lo observo y lo analizo un poco, ella voltea a verme y me dice que fue un regalo de su difunto esposo, al momento de decírmelo la volteo a verme directamente a los ojos, mantenemos la mirada, su mirada es profunda y me pierdo un poco en ella, reacciono súbitamente, le doy su encendedor, le digo que lo siento por su esposo, ella asiente con la cabeza y me da las gracias, se levanta y me dice que tiene que irse, le agradezco por el encendedor, cruzamos una vez mas nuestras miradas y se va caminando pausadamente, por un momento su mirada tan profunda me recuerda a la de mi ex-esposa y sus ojos me recordaron a los de mi hijo, su paciente caminar me hizo pensar tanto en ellos dos al mismo tiempo, Silvia, mi ex-esposa y yo íbamos seguido a caminar al parque, cuando nació Alberto, mi hijo, lo dejamos de hacer por un tiempo, cuando creció Alberto empezamos a ir los tres; últimamente había pensado en ellos pero hoy fue el día que mas claramente llegaron el recuerdo del tacto terso y suave de Silvia y de su mirada que me despojaba de toda fuerza, llego la memoria de la sonrisa de Alberto y su voz, su pequeña voz que se confundía en ocasiones con el canto de los pájaros. La nostalgia se apodero de mí.
La indecisión mata; me encuentro parado en un mirador, esta ubicado a una buena altura y a diferencia de otros, este tiene una vista excepcional, alcanzo a observar casi claramente la calle donde vivo, los edificios mas altos y las colinas que rodean a la ciudad, pero más a lo lejos, en dirección al sur y centelleando levemente, veo unas luces rojas parpadeando, no se de donde provienen, pero me llaman, estas luces intermitentes ante mis ojos parecen tener un significado mas profundo, en esa dirección se encuentra mi ciudad, Montevideo, la ciudad de Silvia y Alberto, del Mar de Plata, de mi querido barrio Palermo; yo no naci allá, pero la mejor parte de mi vida la viví ahí y salí huyendo hace años, el amor fallido y desquebrajado a Silvia y la sonrisa de Alberto que tanto me recordaba a la de su madre y a mi inocencia perdida me hacían añicos, no pude aguantar mucho tiempo e inmediatamente después de firmar el divorcio, tome el primer vuelo a México, no se por que quise venir acá y no ha otro país, pero lo hice, tenia en mente el intento de rehacerme y redimirme, pero no lo logre y aunque por momentos olvide todo, la añoranza salió a flote hasta el grado de convertirse en algo enorme e insostenible, mi ser se desquebrajo de nuevo, las paredes que cubrían mi pasado se derrumbaron estrepitosamente el día del parque; desde esa tarde, la duda me esta matando, ¿ regresar o quedarme?, ¿ un ultimo intento o la resignación?; las luces rojas siguen parpadeando, ¿ Además de la dirección, me trataran de darme a entender algo más?, maldita indecisión corre por mis venas, en mi camino a casa siento como fluye como nepente en mi sangre, debo hacer algo ahora, ¿Qué podría hacer al llegar allá?, lo mismo que hice cuando llegue aquí, conseguir laburo, conseguir casa, contactar a Silvia, ver a Alberto, abrazarlo fuerte, ilusiones, puras ilusiones de nuevo, ¿Acaso espero que me reciban como si nada?, para nada, me costara mucho, probablemente me mandan a cagar, pero, ¿Qué puedo perder?, ¿Qué mas puedo hacer aquí que no haya hecho antes?, esta ciudad ya me dio todo lo que me podía dar y no me ofrece nada más, mas que seguir viviendo sin dirección y envuelto en una burbuja, ya no puedo seguir así; hago rápidamente mi equipaje, tomo lo necesario, sostengo mi pasaporte, lo abro y veo mi nombre, Carlos Hernández, salgo y tomo un taxi, le indico que me lleve al aeropuerto, compro mi boleto a Montevideo, registro mi maleta, el vuelo sale en unas tres horas, esperare, no me importa, tres horas me separan de regresar de donde no me tenia que haber ido. Aquellas luces rojas me indicaron a donde ir y no hay vuelta atrás ni arrepentimiento, no me queda nada más por hacer por que esto es lo mejor que puedo hacer ahora.
Ian Pavel