Un domingo cualquiera, Esteban
bebe cerveza y observa el futbol por la televisión, el calor va en aumento, la última
lluvia nocturna dejo tantos charcos en la calle que la sensación de humedad es
mayor, pareciese que las paredes del departamento en cualquier momento
comenzaran a sudar, las bebidas frías no sirven de mucho y los ventiladores
aligeran vanamente el aire cálido en el ambiente; el equipo favorito de Esteban va perdiendo , pero el ignora
totalmente el resultado parcial que brilla sobre sus gafas, El observa
fijamente la pantalla, pero su mente esta en otro lado, unas cuantas miles de
millas lejos de su austero y descolorido departamento, sus pensamientos se
desplazan al norte, a lugares más fríos e inhóspitos, a provincias y municipalidades que pareciesen
alejadas de la sociedad citadina y mundana, lejos del ruido y los edificios ,
de los rascacielos y los monumentos de mármol y bronce; se ubican en un bosque,
en lo profundo de todos esos árboles, en un pequeño pueblo, en un
departamento, abandonado y derruido,
donde, sus sueños de libertad se perdieron hace unos años.
El apellido Gottinger resuena en las
paredes de su cráneo, tenía años que no lo escuchaba, había borrado todo
recuerdo ligado a ese apellido, había bloqueado la pena que implícitamente le
hacían sentirse perdidos y sin rumbo, pero justo en el momento menos esperado
llego a sus oídos y por ende a su cerebro, viajo por sus venas y de ahí se instaló una vez más corazón, él se quedó
quieto por un momento, lo que tanto había negado y enterrado llego de nuevo,
Gottinger, Laura Gottinger, alemana de nacimiento, canadiense por fortuna del
destino; una mujer poco ordinaria , la había conocido en un viaje de
intercambio escolar en Vancouver ( ella vivía en Montreal), ambos iban a
aquella ciudad por un semestre, ambos estudiaban una carrera poco ominosa como
Sociología, ambos, de padres divorciados eran hijos únicos y que vivían en el
constante devenir de las vacaciones de verano con su madre y las decembrinas
con su padre, fechas divididas , convivencias divididas y cariños divididos, cual muro de Berlín; pero ella tenía un
carácter más afable y menos rocoso que el de Esteban, sorprendentemente y para
agrado de Él, ella era la más cálida de las mujeres en el mundo, su sonrisa
podía hacerte sentir tranquilo y despreocupado, sumamente amable y de belleza
poco ortodoxa, era bien recibida y tratada por sus compañeros de clases, tenía
un encanto natural que no arrancaba suspiros de inmediato pero si te hacía
pensar las con ella dos veces, quizás hasta tres veces.
Después de pensarlo lo suficiente
Esteban se animó a invitarla a salir, lo demás quizás se sobre entiende, ambos
congeniaron de maravilla, por alguna extraña razón el carácter más pendenciero
y poco afortunado de El hacía juego, tal vez era complemento, con el de ella,
ese semestre transcurrió velozmente, el deseo de ambos de regresar a sus casas,
a su rutina, a su vida dividida los entristecía; dentro del furor de la
juventud decidieron marcharse ¿A dónde?, a donde sea, la inocencia juvenil de
ambos los llevo a no pensar en nada en particular pero en sentir toda la
vorágine de emociones que habitaban en ellos, su amor, profundo, tierno y
verdadero, ya se había consumido en varias noches en los cuartos de ambos, se
turnaban las escapadas nocturnas de habitación a habitación, pero este salto al
vacío desencadeno que solo buscaran estar juntos haciendo el amor todo el día todos los días,
no les importaba donde; deambularon por varias provincias y condados alrededor
de Vancouver, subsistiendo con lo necesario, viviendo un año lejos de lo que
sus vidas terrenales les deparaba y aun los esperaba.
Laura, a diferencia de Esteban, provenía
de una familia, si dividida, pero plenamente acomodada económicamente hablando,
no sufrían tan desmesuradamente los problemas que el común denominador debe
padecer, gozaba de ciertas ventajas y beneficios, podía darse lujos como esta pequeña aventura,
inocente y pueril, sus padres no la reprenderían tan severamente, sería
cuestión de hablar con ellos y la normalidad regresaría en cuestión de días, Esteban,
no podía darse ese lujo; profundamente enamorado y fastidiado al mismo d tiempo
de su situación en casa, prefería ser un don nadie inmigrante que ser un “algo”
de regreso en su país, prefería vivir románticamente en una cabaña, que en un
sofisticado departamento minimalista, ante todo y para todo era un idealista,
confiaba plenamente en que Laura quería y sentía lo mismo; el impacto de la
decepción fue estrepitoso.
Laura, de un día para el otro
comenzó a empacar las pocas pertenencias que tenía mientras Esteban dormía, al
cabo de un par de horas estaba lista para irse lo despertó con un beso y se fue
caminando mientras el, en la confusión y como una imagen entresoñada, no se
movió de la cama, al contrario, durmió, tan plácidamente con la idea de que tenía
que pararse a trabajar; después de un par de horas más Esteban despertó para
encontrarse solo, aun con el desconcierto de que si había tenido un sueño muy
vivido o era real lo que había pasado,
hizo caso omiso a la opresión que sentía en su pecho y se dirigió a su trabajo
en l tienda de St,. Flannigan, transcurrió el día lentamente ya que la
sensación de vació aumentaba poco a a poco en su interior, la ultima hora antes
de salir se le estaba haciendo eterna, inconmensurablemente larga y tediosa;
quería salir corriendo de inmediato a su casa, lo hizo, salió disparado para ver a Laura; no encontró nada, silencio,
frío y soledad solamente, ni una de sus pertenencias, ni una de sus fotos, ni una huella de ella, la ansiedad lo tomo
como preso, la tristeza lo rodeo de un aura impenetrable, ese presentimiento
desde la mañana esa sensación , ese nudo, ese “algo” tenía una razón, una
explicación; lo que soñó o lo que creyó que soñó, paso de verdad.
El desconcierto duro tantos días
y tantas noches que no podía levantarse, no podía moverse siquiera, su
existencia se tornó oscura, el tiempo paso tan lento, que el año pasado lleno
de felicidad en verdad parecía un sueño, que como toda ilusión a la mañana
siguiente se desvaneció; algo lo saco de su cama, la paga pendiente de la renta
y el desalojo de su habitación, a fuerza tuvo que salir de ahí y regresar a
casa, irse a otro lugar que no fuese esa
habitación, camino y camino sin rumbo aparente, pero su cabeza solo tenía un lugar
posible a donde ir, México; así fue como regreso, se puso a trabajar e intento
retomar aquella carrera perdida, sin algún éxito, el desasosiego y la
frustración lo embargaron por completo que lo mejor que pudo hacer fue ponerse
a escribir, escribir y seguir escribiendo, fue tomar la palabra como su rehén ,
como su catarsis y como su nueva vida, aunque eso tampoco lo llevase no muy
lejos, a estar solo en un departamento desfalleciente y caluroso en el centro
del monstruo urbano de esta asfixiante ciudad, a ver los partidos de sus
equipos favoritos y ver las noticias del medio tiempo y como un tipo del otro
lado de la pantalla dice
“Jalil El-Harid, afamado empresaria saudita
muere en un accidente de auto junto a su prometida Laura Gottinger, mejor
conocida como la hija del afamado empresario …
En ese momento se volvió a hundir en un sueño
profundo, porque quizás este también era otro sueño del que desearía despertarse.
Ian Pavel