domingo, 24 de noviembre de 2013

Falsos Arboles De Plástico

Falsos Arboles De Plástico.

Voy en el auto con mi esposa y mis dos hijas, ellas van jugando en la parte trasera del auto, se ríen y se molestan entre ellas, como suelen hacerlo las niñas pequeñas; mi esposa va de copiloto pero se ha quedado dormida, le digo a las niñas que bajen un poco la voz porque su mama está durmiendo, decido prender la radio, inmediatamente aparece esta melodía:


“Her green plastic watering can
 for her chinese rubber plant
 in the fake plastic earth…”


La nostalgia llego a mí y me pregunto, ¿Cuántos años tenía cuando escuche por primera vez esta canción?, creo que 15 años,  solo recuerdo que la escuchaba en la radio constantemente y la voz inquietantemente frágil cantaba frases acerca de lo artificial y banal de la vida en ocasiones, incluido el amor pueril e inocente de la juventud, era un adolescente en aquel entonces y esas palabras se volvieron fundamentales en mi transcurrir por la escuela preparatoria, ¿Quién a esa edad, en su sano juicio, quisiera sentirse solo y abandonado?, nadie; la canción resonaba en mis oídos constantemente, no solo porque cargaba un walkman con un cassette donde venían esa y otras tantas canciones, que le cantaban al desamor, a  la desesperación, a lo fútil e inocuo de ser un muchacho con patineta en mano y aspiraciones a escritor; en realidad zumbaba en mi cabeza una y otra vez la voz de aquel cantante, porque en ese entonces recién había conocido a la persona que me cambiaría mi vida para siempre; Cecilia.


“She looks like the real thing,
She tastes like the real thing,
My fake plastic love…”


Cecilia, a decir verdad, fue mi primer amor, de hecho fue mi primer contacto femenino alejado de la vida escolar; solía platicar con las chicas de mis grupos en la secundaria y también cuando recién ingrese a la preparatoria, pero hablarle a alguna chica de algún otro grupo o que simplemente me llamaba la atención en la calle, era francamente imposible, existía un freno interno, probablemente era demasiado cobarde o quizás tenía muy poca confianza en mí en aquel entonces; hablar y conocer a Cecilia fue un total accidente o jugarreta azarosa del destino, no lo sé, pero ocurrió en uno de esos múltiples andares sobre el pavimento con mi patineta, iba a toda velocidad, esquivando baches, saltando alguna banqueta o piedra que me encontraba en el camino, cuando por falta de equilibrio caí de la patineta, obviamente me di un golpe bastante fuerte que me dejo tumbado en el suelo un par de minutos, pero ahí tirado en el frio concreto, ella se acercó para preguntarme si estaba bien, mientras yacía en el suelo la vista era inigualable; el sonido de su voz suave, conjuntado con los rayos del sol agonizante del atardecer, bañaban de un halo invisible de calidez su sonrisa, la cual tenuemente dibujada en aquel rostro blanco aparentemente amable y apacible, se veían mejor a esa distancia, era un cuadro perfecto, casi hecho a mano, me levante y le dije que estaba bien, la observe bien, su cabello largo y oscuro, su pequeña estatura, su cuerpo delgado, sus labios delgados, sus ojos negros como la noche misma; ella se cercioro de  que estaba bien y me pregunto si me dolía alguna parte del cuerpo, yo estúpidamente mencione que solo me dolía mi trasero, ella rio y me dijo que entonces estaba bien, yo también reí un poco; comenzamos a caminar y continuamos charlando; este cuadro me parecía surreal.


“But  I can´t help the feeling,
I could blow through the ceiling,
If I just turn and run…”


Cecilia, recién se había mudado y asistía a una escuela cerca de mi casa por la tarde, en realidad ella no vivía tan lejos de mi barrio, la acompañe a su casa y regrese a casa patinando; a partir de entonces, por las tardes me la encontraba cuando ella iba de regreso a casa y yo patinaba en las calles aledañas a mi casa, me saludaba y la acompañaba a su casa, en el camino hablábamos de la escuela, de los programas en la televisión, de las películas que habíamos visto, de la música que escuchábamos o de algún libro que llegábamos a leer; en una ocasión ella traía un walkman y estaba escuchando a Radiohead y ahí fue donde esa canción se quedó pegada en mi memoria, era su canción favorita de ellos, desde entonces también se convirtió en mi canción favorita; fácilmente pasaron unos cuatro o cinco meses bajo la misma rutina, de lunes a viernes ella caminaba cerca de mi casa, me la encontraba y la acompañaba hasta la suya, charlábamos, bromeábamos y reíamos, jamás hablábamos de nuestros padres, jamás comentábamos algo sobre algún chico o chica que nos gustase, porque era implícito que ambos nos gustábamos, nos atraíamos, el problema era, claro está, que ninguno de los dos decía nada, ella en su carácter tranquilo y sereno, jamás me diría algo, con el paso del tiempo siempre me daba señales, que a veces atendía y otras tantas veces las ignoraba o no las comprendía del todo, cuando las recuerdo, me doy cuenta que ahí estaban y que eran claras muestras de un coqueteo femenino sumamente intenso, yo, un completo imbécil, inseguro e indeciso, no sabía a veces que hacer con aquellas señales que enviaba mediante canciones en el walkman, palabras durante las charlas, miradas  o incluso algún contacto físico menor como una caricia suave o el simple contacto de su mano en mi brazo, lo pienso y sin duda tenía miedo, aunque la duda es ¿A que le tenía miedo?.


“Si pudiera ser quien tú quieres todo el tiempo, todo el tiempo…”



La canción está por terminar, estoy a dos cuadras de mi casa, mis hijas también se han quedado dormidas de repente, sigo manejando tranquilamente hasta llegar a la calle indicada, me estaciono pero decido observar a mis mujeres dormir mientras transcurre el final de la canción, la canción se diluye y al mismo tiempo se diluye el recuerdo de Cecilia; realmente jamás paso algo con ella, ni un beso apasionado, ni un abrazo, ni una palabra romántica, el idilio imaginario que vivimos por algunos meses es un hecho raro que parece oculto en mi memoria; Cecilia se mudó a otra casa a los seis meses de haberla conocido, ese sexto mes las cosas se trastornaron bastante, su padre temía por la seguridad de ella y su madre, nunca supe bien porque, así que ya no la dejaba regresarse sola, por ende, verla se volvió cada vez más esporádico, de hecho, solo la veía con su padre o en la compañía de su madre, ya nunca más la vi sola, me volteaba a ver a los ojos, como saludándome  nostálgicamente con su mirada triste, diciéndome adiós; yo, la contemplaba desde la lejanía, taciturno y pensativo, arrepentido de no tener el valor de decirle que me gustaba o de ni siquiera hablar las cosas y demostrarlo todo con un acto más significativo como un beso, era un cobarde, mi miedo, seguramente era el rechazo, ese miedo que en la adolescencia nos vuelve débiles a muchos hombres, ese miedo de no ser suficientemente “algo” para una persona; un día ella paso sola a buscarme a las calles donde siempre deambulaba con mi patineta, ya tenía más de un mes que no la veía sola, así que verla caminar hacia mí, me dejo perplejo e inmóvil, casi como si yo fuese la presa y ella el cazador,  me entrego un cassette y una pequeña nota, me dio un beso cerca de mis labios y se fue caminando tranquilamente a su casa, yo, aun sorprendido me quede como estatua, abrí la nota que decía “Escucha esta cinta y piensa por qué nunca me dijiste nada”, impactado, corrí de inmediato a poner la cinta en el walkmen que había dejado en mi cuarto, la cinta empezaba con la canción que acompaña mi recuerdo mientras velo el sueño de mi esposa e hijas, en su momento, la canción me provoco una sensación de malestar, de arrepentimiento, en su momento fui corriendo a buscarla a su casa, toque su puerta, como nunca lo había hecho y nadie me abrió, al siguiente día hice lo mismo y nadie me abrió tampoco, al tercer día me entere por un vecino suyo que aquella tarde que me dio la cinta y la nota, ella y sus padres se fueron del barrio, la tristeza fue absoluta pero me dejo una cosa muy en claro, no podía seguir siendo un hombre indeciso y temeroso, Cecilia la chica linda que se preocupó por mi cuando estaba tirado en el piso, me había dejado esa tremenda lección, había dejado ir , quizás, una buena oportunidad de salir con una chica guapa, de compartir cosas con alguien como yo y por qué no decirlo, de salir  de esa penumbra llamada adolescencia un poco más avante, no lo hice , me tarde en reaccionar, me quedo muy claro que debía atreverme a lo desconocido, gracias a esa nota y la cinta, pude enfrentar mis demonios personales, entre a la universidad,  comencé a escribir, conocí a mi esposa y me case con ella, no voy a mentir diciendo que soy el hombre más feliz del mundo, pero si estoy tranquilo y sin ningún arrepentimiento, o bueno exceptuando solo uno, no haber besado a Cecilia hace casi 20 años, porque seguramente ahora ella ocuparía el lugar de mi esposa durmiendo en el auto mientras yo la contemplo amorosamente, hubiéramos tenido dos hijas que se parecerían mucho a ella y por qué no, incluso viviríamos en un lugar distinto, al menos eso quiero pensar yo; pero las ilusiones de realidad no son más que eso, ilusiones e imaginaciones; tampoco los hubieran existen y nunca existirán, jamás lo harán. 


Ian Pavel