lunes, 21 de marzo de 2011

Dos Gardenias

Dos Gardenias.

La aguja del tocadiscos empieza poco a poco a tocar una melodía tierna y conmovedora, se escucha una voz suave y dulce que toca las fibras mas hondas de mi alma desquebrajada y bañada en alcohol, me guía cual luz en la oscuridad de mi habitación y me invita a sollozar sin remordimientos, el llanto cae frágil y lentamente sobre mis mejillas resecas por el frio de la noche otoñal de octubre que trae consigo un gélido viento ,sus palabras y su voz de ella se entremezclan con la de la canción que escucho, por un lado oigo – “Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir…”- por otro –“ …herida estoy por tu culpa”,  los metales y el piano que conducen a esta bella voz y a ese recuerdo de aquella otra voz con la que se mezcla, cual terciopelo, sirven de alfombra a la vorágine de lagrimas y memorias de hace unas horas, unos días y unos años, que caen una a una y se despedazan invisiblemente ante mis pies, sentado y agachado me mantengo sirviéndome y bebiendo alcohol como si fuese agua, patéticamente y dolorosamente continuo así por horas; trago a trago, vaso a vaso, anestesio mi ser y mi memoria, dejo que el sopesar se convierta en sueño y este se filtre poco a poco dentro de mi y me llene, que ocupe el vacio que siento ahora y me conduzca a los reinos de Morfeo, dejo que su fuerza haga que mis parpados caigan y seque el caudal de mis pupilas después de horas de entrega a la autodestrucción, la nostalgia y el arrepentimiento, dejo que las palabras que escucho salir de aquel disco que la aguja de la tornamesa ligeramente va recorriendo sean las ultimas de esta noche sin fin, quiero que me abracen y me envuelvan cálidamente como si fuesen los brazos de mi amada perdida, quiero dormir acurrucado por estas y que al despertar no exista más sufrimiento que el de la resaca de una noche entera de beber whisky, mi mente divaga un poco como aferrándose a no caer dormido pero al final mi cuerpo cede, mis parpados caen sin dar posibilidad a volver a abrirse, mis pies permanecen quietos pisando la alfombra del cuarto, mis manos temblantes se desploman sobre el sofá en el que estoy sentado, mi respiración agitada se va apagando y mi visión se torna oscura, tan oscura como mi propia suerte, ya no escucho nada, ni la voz susurrándome, cantándome,  ni la del recuerdo atormentándome, despedazándome; me quedo solo, ebrio y dormido en el sofá cubierto de sombras de mi habitación.

La luz del sol del siguiente día ilumina mi rostro, su calor y su caricia tan  suave me despiertan, mi cabeza y mi pecho duelen, me dan unas inmensas ganas de vomitar, me levanto inmediatamente corriendo en dirección del baño dejando atrás mi estado somnoliento y abotargado, pasadas las nauseas y el vomito , recupero mágicamente mis fuerzas, me siento aliviado y sobre todo comienzo a apreciar la luz tenue pero dulce y cálida del sol que entraba por mi ventana, la tornamesa dejo de tocar música desde hace horas, desconecto el aparato, pongo mi mano en mi corazón y me doy cuenta de que mi corazón late lento pero con decisión, a paso firme, me doy cuenta que respirar es un acto que ya no me provoca ningún dolor, no siento asfixia, mis manos ya no tiemblan y mis ojos están secos, inclusive mi boca también lo esta, mi cabeza duele un poco pero es normal después de beber tanto por una noche, en ese instante trato de recordar por que bebí la noche anterior de forma tan inconmensurable e incomprensiblemente no lo recordaba , lo intentaba, me esforzaba pero mi mente  rechazaba el acercarse a la respuesta, decidí no seguir mis vanos intentos de averiguar la respuesta, camino dando un par de vueltas en mi habitación, respiro y exhalo, me siento curado de alguna enfermedad de la que desconocía su nombre , tranquilamente me acerco a mi ventana, la abro y dejo que el viento matutino entre al cuarto, cierro mis ojos, tiemblo por un momento, me dio un pequeño escalofrió, abro de nueva cuenta mis ojos y dirijo mi mirada hacia el mueble que esta junto a mi cama, encima de el había un par de gardenias que me desprendieron un suspiro y una mueca parecida a una sonrisa, cierro mis manos, tomo las dos gardenias con mi mano izquierda, las huelo, comienzo a estrujarlas, las aprieto fuertemente, tan fuerte que comienzan a deshacerse en mi mano, al cabo de unos segundos deshechas y moribundas las dejo caer al piso, tomo sus restos y los tiro, es lo único que me queda por hacer, mañana, pasado mañana o algún otro día seguramente comprare unas nuevas gardenias, definitivamente lo hare.

2 comentarios:

  1. Me encanta como narras cada detalle, permiten sentir sin trabas la historia hasta el punto de siempre erizarme la piel...
    ¡René, Pavel, les mando un abrazo fuerte, sigan así!

    ResponderEliminar
  2. pero si tú no tomas!! jeje

    ya sé que te inspiraste en alguien más

    Es tan fácil identificarse con el 1er. párrafo en este momento...

    ResponderEliminar